XXVI Asamblea General de Confer

Con el lema: “Sabed cuál es la esperanza a la que habéis sido llamados” (Ef 1, 18), se nos convocó en Madrid, los días 11 al 13 de noviembre, a participar en la asamblea general de Confer. Nos encontramos superiores mayores y representantes de las Confer regionales/diocesanas para renovar la certeza de que Dios se ha comprometido con nosotros, por pura gracia. Se fía de nosotros y confía en nuestra respuesta. Nos da la capacidad de poder afrontar el futuro con la esperanza de los que creen que el Reino es posible en medio de la complejidad de nuestro mundo. 

Y el futuro es ya, hoy; es el presente que se actualiza en cada gesto, en cada palabra, en cada obra de servicio a los pequeños, en cada realización que hace brotar un rayo de esperanza en vidas desgastadas por el sinsentido o el desamor[1].

Son días de escucha y reflexión, de presentación de memorias y de aprobación de presupuestos… y sobre todo días de encuentro en la fraterna intercongregacionalidad que es la Vida Consagrada en España hoy.

En sus palabras de acogida, el cardenal arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro, nos señaló tres caminos para responder a las necesidades reales de las personas -que para eso estamos, decía él-: orar y dejarse mirar por Dios, adherirnos a Jesús en la fe, y testimoniarlo con el oído en la Palabra y en el pueblo, hasta que se pueda decir de nosotros: toda su persona habla de Jesús.

Durante estos días, diversas personas religiosas y laicas compartieron, desde distintos campos, cómo mantener viva esa esperanza que no defrauda: desde la teología, desde la aportación de algunos personajes bíblicos, a través del diálogo con las periferias, con la mirada de la Vida Consagrada en reestructuración para la misión, y desde “los sueños” que religiosos jóvenes y mayores compartieron en una mesa redonda. También Mons. José Rodríguez Carballo ofm, secretario de la CIVCSVA[2], completó con razones para la esperanza estos diálogos.

Al final, Mariña Ríos odn, presidenta de Confer, con suave tono y fuerte convicción, clausuró estas jornadas animándonos a situarnos desde el Evangelio para interpretar la complejidad de nuestro hoy con el don gratuito de Dios que es la esperanza, y que tiene que ver con el futuro que Dios quiere para sus hijos e hijas. Nos invitó a ser testigos de esperanza como aportación de la Vida Consagrada al mundo, sin tener miedo de mostrarnos como somos ni de trabajar juntos. Nos comprometió a arriesgar, a tomar opciones, a recrear, pues en la novedad está hablando el Espíritu. Y a estar presentes en los lugares de muerte para cuidar y hacer presente al Señor de la vida, como lo hicieron las mujeres a los pies de la cruz. En fin, a ser pan bueno para nuestros hermanos.

El Papa Francisco nos recuerda que “Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios a este mundo nuestro necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino…” (EG 114).

Nos acompañamos hoy como Vida Consagrada abierta a la realidad oscura pero habitada por la esperanza.

Hna. Isabel del Valle, stj


[1] Carta convocatoria

[2] Congragación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

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