Cuando ya es final de curso y toca recoger frutos en el colegio, en el trabajo, en el campo dependiendo más de la naturaleza… cuando lo que se soñó y planificó, lo que se trabajó día a día y ya casi veíamos en nuestras manos no llega a este buen final, ¡qué sensación de pérdida de fuerzas, de medios y de tiempo difícil de recuperar!
Así me encontré días atrás, mientras me asomaba a las noticias, en “el viñedo de Nacho”. Me impresionaron sus palabras y lágrimas, y más todavía su inmensa pasión para, al día siguiente, volver al lugar de su sueño, valorar tanto esfuerzo, mirar tanta herencia recibida y a la vez su parte de innovación puesta en ello, e intentar rehacerse para volver a empezar.
Nacho empezó hace unos meses, con medios “caseros”, a mostrar su viñedo, con el mimo de quien es consciente de tener un tesoro recibido y muy trabajado a la vez: «Nosotros no tenemos mucha cantidad de viñedo y trabajamos la calidad. Son viñedos que cuidamos mucho. Mi política es tener poco viñedo, pero trabajarlo bien… Cuando vi cuatro centímetros de granizo dije: esto es salvaje. Y el daño está en el viñedo; es perder una joya. Si solo fuera este año, pues ya está, pero el problema es lo que vendrá y cómo se recuperará… Estoy llorando en el monte y llamo a mi padre entre lágrimas… “
Se sumaban palabras como tormenta, daños irreparables y catástrofe, angustia al ver ahora lo que iba muy bien, pérdida de las viñas que has cuidado desde hace años, años de recuperación y sueños que tenías… Y tan pronto como recobró otra mirada -la de la herencia recibida y los años de trabajo junto a su padre, la de la creatividad empleada en nuevas tecnologías y el aprendizaje compartido de lo que va descubriendo…- surgieron otras palabras: recuperación, tratamiento en las cepas afectadas, productos para tratar heridas y que cicatricen, poda en invierno y dejar dos yemas en el tallo verde esperando que sean las que tiren, o tirar de brazo nuevo, aunque sea labor de años… ves a la viña brotar y ves que es más fuerte que tú.”
Es final de un ciclo, y sorprende ese “volver a empezar” de quien recobra la esperanza cuando ha perdido casi todo, pero descubre dentro algo de más valor y más fuerte, junto a otros: “todos vivimos de la viña, todos estamos en la misma y sufriendo.”
Nacho comparte frecuentemente su experiencia con narrativa apasionada e imágenes y vídeos en redes y canal de Youtube. Cuando lo descubrí lo hacía llorando ante la pérdida, y volviendo a creer en el sueño que le da vida y cuida con pasión y dedicación. Su intención es seguir adelante, mejorando y ampliando la narración de la realidad de la viña. Aprender, ayudar y contribuir: “No quiero ser maestro de nada, solo enseñar lo que hago, un trabajo oculto que hay que mostrar. Cómo se tratan las viñas para ir en busca de la mejor calidad posible”.
Creer y cuidar, mejorar y contribuir, aprender y mostrar… aunque con la tormenta haya que volver a empezar. Porque la fuerza la tiene la misma viña -dice él- que “es más fuerte que tú”. Es herencia que hay que cuidar. ¿Cuál es el punto de apoyo y la palanca que levanta, que diría Enrique de Ossó? Otra mirada ante la realidad que hace posible otra palabra, otra esperanza que renueva el sueño para volver a creer, poniendo lo que está en nuestras manos para tratar las heridas, curar las yemas y confiar en que unas van a tirar de otras para que la planta cicatrice y vuelva a dar fruto… Porque es herencia recibida. Sabemos que el Dueño del campo cuida la viña y hace crecer sin que sepamos cómo… y que uno planta, otro riega, pero Él es quien hacer crecer.
Es final de curso y nos ayuda esa mirada apreciativa del bien recibido y agradecida por quienes, en el mismo o en otros campos, nos unimos en la esperanza y el bien, en el cuidado de las semillas que un día serán fruto en las manos para ofrecer.
Isabel del Valle