En plena Pascua de Resurrección el Señor llamó a nuestra Hna. Jacinta, después de una temporada de cruz y dolor. El día 30 de abril, muy de mañana acudió a la cita. Tenía 92 años de edad y 74 de Compañía.
Pronto cruzó los mares y vivió la voluntad de Dios en Cuba, México y Venezuela, donde encontró parte de su familia. De vuelta a España estuvo en Ciudad Rodrigo, Toledo, Telde y Madrid, Casa Provincial. El escaso espacio verde de que disfruta esta casa fue suficiente para recordar y revivir todo lo que había aprendido de su padre sobre plantas y arbustos. Verdaderamente era una enamorada de flores y frutos. Tener, cultivar y hacer crecer “sus macetas” le proporcionaba mucho gozo, de ahí su amistad y colaboración con la señora que en la Parroquia se encarga del adorno floral.
Tenía una memoria muy de destacar, en recreo era capaz de contar con todo detalle hechos y personas, Hermanas que conoció en América, y que vivió con toda la intensidad que le caracterizaba.
Su tiempo, en esta etapa final lo empleó en rezar, el Rosario siempre en sus manos, y en su habilidad para tejer. ¡Cuántas madejas de lana ha gastado y cuántos conjuntos para bebés y niños ha recibido Cáritas para los necesitados! También gorros y bufandas para quienes se los pedían. No paraba.
Fue consciente de que sus fuerzas se iban debilitando, y fue a raíz de una caída cuando tuvo que dejar todo su quehacer, y comprobaron las Hermanas que la cuidaban que las dolencias que padecía se hacían insalvables. Sin poder hablar apretaba las manos cuando le decías jaculatorias o le nombrabas a San José, del que era muy devota. También lo era de nuestro Padre, San Enrique; cuando se hacían concursos y juegos sobre él, siempre acertaba. Con ellos se habrá encontrado. Descanse en paz.