Identificarse con Jesús fue el objetivo que nuestra Hermana Matilde persiguió a lo largo de su vida. Ella, que había hecho suyo el “Juntos andemos, Señor”, tan teresiano, y que a lo largo de su vida se había sentido conducida y acompañada por Él, terminó diciendo con Jesús: A tus manos encomiendo mi espíritu”, un Viernes Santo hacia las 4 de la tarde, después de un tiempo de Pasión en el que iba aceptando su desgaste corporal y preparándose para el encuentro definitivo con el Padre.
Nació un 27 de enero y en Tortosa, hacía ya 92 años. ¡Tenía que ser Teresiana! Nos contaba ella que su madre le pedía mucho a la Virgen que sus hijos fueran piadosos, y cuando ella le expuso su vocación religiosa, su madre acudió a María a decirle: “pero no tanto”. Y entró en el Noviciado en 1952. Después de su Profesión llegó a Barcelona, Casa Madre, que ha sido su casa desde que se inició en la vida religiosa hasta el momento de su muerte, de un modo intermitente, ya que Matilde, después de estudiar Bellas Artes en Barcelona, fue profesora de dibujo y ecónoma allí y en Tarragona, Tortosa, San Sebastián, Pamplona, Valencia y Roma.
Su sensibilidad de artista se manifestaba en sus pinturas al óleo: tenemos cuadros que nos recuerdan “cómo ella atrapaba la belleza de Dios en su corazón.” La profundidad de su vida interior y la ternura hacia quienes la rodeaban no sabía expresarla en palabras -hablaba poco, decía ella que eso era de nacimiento- sino en detalles de delicadeza, de cuidado, de interés por todas, pero sobre todo por aquellas que sentía que eran más débiles y la necesitaban más.
Su familia tenía en Tortosa una pastelería con dulces exquisitos y Matilde, además de golosa, era buena repostera y enseñó a varias hermanas a serlo. Cuando ya no estuvo en condiciones de alegrar a la comunidad con ellos, se los traía su hermano, que se los preparaba personalmente con muchísimo cariño.
Así la recordamos: piadosa y entregada, silenciosa y detallista, graciosa de puro sosa y capaz de aceptar cualquier broma, sensible y amable; su temperamento fuerte se fue haciendo dulce con los años. Y así la recuerdan también las que han sido sus alumnas y las que fueron profesoras del Colegio cuando ella era la procuradora del mismo.
Nos ha dejado un tremendo hueco, pero la fe nos da la certeza de que se nos fue un Viernes Santo para celebrar con Jesús la Pascua de Resurrección. La Virgen de la Cinta habrá salido a su encuentro para atarla definitivamente a su Hijo en el seno de la Trinidad.