En estos tiempos de confinamiento y pandemia hay noticias que desconciertan y suponen un ajuste de muchos planteamientos de la propia vida. Esto le sucedió a nuestra hermana Alfonsa. Después de bastantes años en Valladolid acogió el destino a la comunidad de Oviedo, donde no llegó a estar ni nueve meses. Fue un cambio grande, pero supo buscar cómo adaptarse y poder ayudar. Cuando ya llevaba unos meses, comenzó a sentirse mal; tras varias visitas al médico, la llamaron en el mes de marzo para ingresar en el hospital, y hacerlo en medio de un tiempo duro, en el que no se permitían visitas ni personas que acompañen. Así Alfonsa, como otras muchas personas, recibió su diagnóstico.
Regresó a casa serena, sonriente y con ganas de luchar. La cabeza lúcida, pero el cuerpo debilitándose poco; a pesar de ello, procuraba no preocuparnos ni a nosotras ni a su familia, que no podía visitarla.
Se preparó y pacificó su corazón. Pudo recibir, después de varias gestiones, la visita de una sobrina, y a partir de ese momento ya supo que tenía que ir entregándose. No fueron horas fáciles, y gracias a Dios, tuvo la ayuda de los médicos y la compañía de las hermanas.
¿Quién era Alfonsa? Además de nuestra experiencia con ella queremos recoger la de personas cercanas o también la de su comunidad anterior, Valladolid-Residencia donde pasó doce años:
Una mujer sacrificada, caritativa, siempre pensando en los demás. Hablaba siempre bien de las Hnas. Nunca tenía tiempo para ella.
Una persona muy querida por la comunidad educativa y, sobre todo, por las familias de “madrugadores” servicio que realizó durante bastantes años con cariño.
Como refitolera en la comunidad era servicial y estaba pendiente para caer en la cuenta de las necesidades de las Hnas.
Siempre amable con Hnas., profesores y familias. No se cansaba de hacer el bien, en silencio, sin hacerse notar.
También dejan su testimonio un grupo de profesores de Valladolid:
Muy cercana y entrañable, siempre preocupándose por todos y por todo. Siempre en la sombra. Nunca una mala cara. Muy detallista.
Los niños, aunque su familia no lo necesitara, pedían a sus padres ir a madrugadores. ¡Ahí es nada!
¡Con lo que la querían mis hijos! ¡Las horas que ha echado con ellos en madrugadores!
Una gran persona siempre dispuesta y dando cariño a todos.
Estos meses en Oviedo tenía mucho contacto con familias y antiguos alumnos de Valladolid que se hicieron especialmente cercanos al saber su enfermedad. Ella mientras pudo respondió a sus mensajes. Solo al final, el agotamiento general, le impedía responder a tanto cariño recibido.
Nació en Barruecopardo, provincia de Salamanca y fue ciudadana del mundo: Tortosa, Barcelona, Valladolid, Roma, Salamanca, Sta. Cruz (Bolivia), Ciudad Rodrigo, Telde, Madrid y Oviedo fueron sus destinos. En algunos de ellos estuvo más de una vez y en diferentes comunidades.
Nació en primavera y en primavera se fue, un día de sol radiante, el 18 de mayo. Cuando se le preguntó en sus últimas horas: ¿te bajamos la persiana?, – no, fue su respuesta, me gusta la luz. Y la disfrutó sus últimos días, así como el estallido floral de esta época. Quiso apurar el poco tiempo que le quedaba y, a su manera procuró hacerlo, con las fuerzas que le restaban.
Descansa en paz, Alfonsa.