Después de más de un año de encuentros a través de una pantalla, por fin llegó el día del reencuentro… ¡qué alegría y cuánta falta nos hacía! No pudimos reunirnos y nos dividimos en cuatro zonas y, aunque el abrazo fue “con distancia” y la sonrisa con mascarilla, la emoción de volver a vernos físicamente y compartir “de viva voz” fue un auténtico regalo para todas.
En Zaragoza nos encontramos las coordinadoras de Pamplona, San Sebastián, Calahorra, Valencia, Andalucía, Zaragoza y Canarias. Tuvimos la suerte de celebrar la Eucaristía en la Basílica del Pilar y allí, a los pies de la Madre, pusimos cada una de nuestras realidades comunitarias y de Misión. En aquella inmensidad, escuchamos cómo la Palabra nos invitaba a reconocer la grandeza de lo pequeño a través de la parábola de la semilla de mostaza y nos recordaba la llamada a seguir dando fruto a pesar del sentimiento de debilidad que a veces nos invade.
Agradecemos los momentos de diálogo sereno, de ese compartir sincero y profundo que nos recuerda el sentido de las decisiones que se han ido tomando y de los caminos de futuro que se van abriendo desde lo posible.
Reconocemos la diversidad como un regalo que nos enriquece pero que no siempre sabemos reconocer y constatamos la necesidad de tener una mirada más amplia de la realidad que somos y vivimos.
Terminamos nuestro encuentro agradeciendo el servicio prestado por las hermanas que dejan de ser coordinadoras. Sabemos que y seguirán siendo bendición allí donde van.