La CONFER de Salamanca tiene la costumbre de repartir los conventos de clausura entre las religiosas de vida activa con el fin de ir a verlas y crear lazos de fraternidad.
A nosotras nos dieron el Monasterio de Porta Coeli, de las Franciscanas de la Tercera Orden Regular (TOR). Y allí fuimos la tarde del domingo de la Sagrada Familia. Está en El Zarzoso, a 45 km. de Ciudad Rodrigo. Son 10 hermanas: 7 mexicanas, 2 españolas, de Mallorca – una, novicia – y una keniata. Llegamos poco antes de su hora de vísperas, nos dieron un café calentito y nos invitaron a pasar al coro alto a rezar con ellas. Cuando comenzaron el Himno nos quedamos boquiabiertas. ¡Instrumentos por demás!: órgano, guitarras, bongos, chinchines, campanillas, maracas. ¡Qué ritmo! Por ser fiesta, todo era cantado. Y la verdad es que daba gusto. Y lo mismo el Magníficat, música y compás latinoamericanos. Fue una celebración festiva de lo más.
Tenían expuesto al Santísimo y después de las vísperas tuvimos oración personal hasta completar la hora. Nos invitaron después a “tomar algo”. Nosotras nos imaginamos que sería un poco de pastas, turrón y algo de beber. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando vimos que nos llevaban a su comedor, muy caliente, por cierto, con una buena estufa pellets. Allí no nos movíamos ninguna, y ya después de insistir varias veces en que nos sentáramos fuimos a los sitios preparados. Y fueron entrando todas las hermanas. Tenían en una pared un cuadro grande de la Virgen de Guadalupe que, lógicamente no podía faltar. A su izquierda, la bandera de México; debajo, la de España, y a su derecha la de Kenia, las tres de buen tamaño. Trajeron un carro con la cena, y cada una, según su costumbre, y nosotras también, se fue a servir allí.
Aprovechamos este tiempo para preguntarles sobre su historia y cómo habían llegado desde su país. Es un monasterio del siglo XV. Allí profesó, vivió, murió y está enterrada una hija de Antonio de Nebrija, ilustre humanista y autor de la primera gramática española, cuyo centenario de su muerte se celebrará el próximo año. Esto ha sido motivo de interés por el monasterio por parte de la Comisión de dicho centenario.
Nos contaron que desde el siglo XV siempre han tenido vocaciones, y hará unos 50 años, pidieron a México, por mediación de los franciscanos, hermanas que vinieran para poder seguir manteniendo el monasterio.
Cuando acabamos de cenar nos invitaron a sacar la guitarra y cantar villancicos. Era curio porque se sabían todos los populares nuestros. Aparecieron otra vez instrumentos, y la que no tenía, con un plato y dos cucharillas hacía la percusión. Estuvimos más de una hora intercambiando cantos e instrumentos, hasta que no nos quedó más remedio que entonar juntas el Noche de Paz, más sereno, para despedirnos.
Fue una tarde de convivencia magnífica en la que tanto ellas como nosotras, disfrutamos mucho. Y quedamos para repetirla en Pascua.
Hnas. De Ciudad Rodrigo