Una nueva iniciativa en el Hospital de Campaña de Santa Anna nos permitió vivir una de esas Eucaristías que dejan huella, el domingo, 7 de octubre de este año 2021.
La iniciativa consiste en invitar a jóvenes –no adolescentes- a vivir en comunidad en uno de los pisos de la parroquia, ahondando en el tema de “la opción por los pobres” según la Iglesia y, en especial a partir de la Teología de la Liberación; y ponerse al servicio voluntario del Hospital de Campaña y la “Mesa de fraternidad” durante ese año, sin dejar sus estudios o trabajos en los que están ejerciendo su vida laboral de ciudadanas.
Este año han respondido dos chicas ya emancipadas, una de ellas haciendo el doctorado, y en una tesis muy comprometida. La otra trabajando en la investigación. Una tercera no se vio con fuerza para ese compromiso. Y antes de “firmarlo”, abandonó. Lo que nos demuestra que en la actualidad no es fácil ni un compromiso temporal. Cuánto menos uno perpetuo.
Las dos –una de Paraguay y la otra de México- que han comenzado este camino son de una gran categoría humana y una opción de fe que nos emociona. Mosén Peio, el rector, ha encargado a M. Victòria Molins de su formación en la opción por los pobres y los marginados. Con ella se reúnen cada quince días para trabajar muchos de los aspectos de su opción.
Pues bien, escogimos un domingo para hacer el compromiso y firmarlo en la Eucaristía delante de la Comunidad parroquial. Y, continuando con nuestra celebración de los 25 años en el Raval, se nos pidió que al mismo tiempo nosotras tres de la Comunidad renováramos los Votos perpetuos.
La experiencia, explicada por cada una de las dos jóvenes ante la comunidad parroquial respondiendo a la llamada de Dios que ambas habían sentido, fue preciosa. Como lo fue el momento de firmar el compromiso y de renovar nosotras los votos.
Coincidió que aquel domingo el evangelio fue el del joven rico y venía muy bien para hablar al Pueblo de Dios del comprometerse dos comunidades: una, de jóvenes rondando la veintena y otra, de mayores con una promedio de ochenta años. Las unas con un compromiso temporal que se iniciaba, y las otras con un voto de por vida después de muchos decenios, eran dos aspectos de la respuesta personal que va variando con las circunstancias de la sociedad.
Tal vez –eso es lo que parecía deducirse- los tiempos han cambiado y en la actualidad se debería pensar en estas formas nuevas, temporales pero comprometidas, en donde los jóvenes encuentran una respuesta seria a su fe y su compromiso con el Evangelio. El tiempo y la Gracia nos lo irán diciendo.
Mª Victoria Molins