Hace poco lo escuchábamos repetidamente al comenzar la cuaresma. Después de observar la rutina y el vacío que acompañaban algunas actuaciones que tradicionalmente marcaba la ley, decía Jesús a sus discípulos: tú en cambio… invitándoles a algo nuevo: a la transparencia y verdad, a actuar no para ser vistos por los demás y por apariencia, ni para hacer ver que cumplían… sino en la verdad del corazón, en contacto consigo mismos y delante de Dios, que ve en lo escondido. Jesús pedía la opción personal y el cambio, otro modo.
Esto -dice Mateo en el capítulo 6 de su Evanglio- lo dijo Jesús en aquel tiempo y a sus discípulos. Hoy lo escucho yo, me lo dice a mí, tan directamente como ayer: tú… Y me habla de cambio, de no seguir igual ante lo que se va quedando sin aire y sin vida. Tú, en cambio… ¿Yo, cambiar?
Hace poco leí una invitación a no seguir esperando sin más a que todo pase, a no esperar a que esta situación que vivimos con la pandemia y confinamiento cambie solo con una espera mortecina y desgastante: en realidad, lo que buscamos es que todo pase para «seguir en lo nuestro» lo que no cambia o lo que no sabemos cambiar… la pandemia se ha podido instalar también en nuestras esperanzas y así no distinguir si las cosas están mejor… o solo me estoy acostumbrando a la supervivencia… porque ya no hay lugar para el porvenir.[1]
Está claro que se nos pide un cambio que renueve la vida y no nos empuje a una depresiva rutina, o a la estéril espera de lo que no volverá. Y está claro también que más allá de nosotros, o tal vez bien cerca, hay otro gran grupo de personas a las que el cambio se les ha impuesto drásticamente, a las que les ha cambiado la vida sin poder elegir: personas sin trabajo, sin casa, en las colas del hambre, sin atenciones médicas, sin poder ofrecer a sus hijos lo más necesario… A unos y otros, de muy distinta manera, se nos impone el reto de afrontar una realidad nueva en la que solo podemos elegir “los cómo”. Sigue diciendo aquel texto: Acabar, dejar ir, cambiar, tomar decisiones, abrazar la vida, iniciar camino, dar por concluido lo que no debe ni puede volver. Implica creatividad y, por supuesto, fe.
Recordaremos fácilmente aquella imagen, en la pasada borrasca de nieve, de miles de camioneros bloqueados en sus caminos… escuché cómo decía uno de ellos con humor que eran ingenieros, y añadía que tenían que ingeniárselas para buscar cómo vivir esos días ante esa novedad, sin casi medios. En ese cambio brusco y difícil, se reconocieron compañeros y surgió la solidaridad en medio de la precariedad.
Cambiadas las circunstancias debe cambiar el modo de conducta, decía Enrique de Ossó con insaciable creatividad buscando nuevas respuestas ante nuevos problemas y síntomas de un mundo que va envejeciendo y una sociedad que es sanable, pero que tiene como una capa de ceniza y está necesitada de una mano que avive el fuego que lleva dentro. Hoy han cambiado las circunstancias… ¿qué cambio de conducta, qué mirada nueva se va gestando y voy construyendo con otros, qué decisiones…?
Tú… ¿Yo?
En cambio… Solo podemos escoger el futuro hoy. Es
verdad que también el Evangelio está lleno de si quieres.
[1] L.A. Gonzalo, director de la revista VR. Febrero de 2021. Nº 2. Vol. 131.