Fue idea de los franciscanos. Hace cinco años, en el 2015, Fray Fernando Hueso, guardián del monasterio de Santo Espíritu nos dijo: “nosotros celebramos cada año el tránsito de San Francisco de Asís, y aquí, en nuestro convento murió otro santo, merece la pena celebrarlo también”. Nos pareció una idea preciosa, y desde entonces, cada 26 de enero a las nueve de la noche nos encontramos en la soledad del Monasterio.
El primer año fuimos solo hermanas de las tres comunidades de Torrente. Pronto corrió la voz y ahora nos encontramos hermanas de Torrente y Valencia, alguna otra que tiene la oportunidad de unirse, el párroco de nuestra parroquia de Torrent, profesores del colegio, padres de familia, antiguas alumnas…, en fin: hermanos todos de la familia teresiana y la comunidad franciscana que nos abre las puertas de su casa con una acogida realmente fraterna, como debió ser la que dieron a nuestro padre aquel mes de enero de 1896.
Llegamos ya de noche. El cielo, las montañas, las estrellas, la luna son las mismas que contemplaba Enrique, atravesamos el mismo claustro y nos apretamos en torno a la habitación que ocupó. Los franciscanos han preparado un folleto para la celebración, a nosotras nos tocan los cantos, ellos llegan procesionalmente y dirigen el rezo de completas: el Guardián introduce el rezo brevemente y entonamos el himno: “Desde tu silencio de eternidad…” Se palpa realmente ese silencio y esa presencia. Vamos cantando los salmos. Después, uno de ellos lee una carta de uno de los frailes que le acompañaron en sus últimos momentos.
En el archivo general STJ se guardan dos: una de Fr. Francisco Domingo Payá escrita el 11 de Febrero de 1896 a D. Francisco Marsal ‑uno de los mejores amigos de nuestro Padre‑, y otra de Fr. Buenaventura Ivars escrita el 17 de octubre de 1896 a la superiora general Rosario Elíes.
Sigue el rezo de completas y el P. Guardián inciensa la habitación y escaleras que subió Enrique para pedir ayuda. Mientras, cantamos “Todo por Jesús” y nos dirigimos por el claustro al templo en procesión llevando la reliquia y dos velas. En el presbiterio nos espera la imagen de nuestro Padre. Cantamos “Padre” y veneramos su reliquia. Nos dirigimos después a la capilla donde se encuentra nuestra Sra. de la Gracia, en cuyo altar oró todos los días y celebró Enrique sus últimas Eucaristías.
La fiesta termina en el comedor de la comunidad franciscana donde nos preparan un riquísimo chocolate y un dulce buenísimo. Lo mejor, la convivencia fraterna de franciscanos y familia teresiana antes de volver a los coches que nos llevan a casa hacia la media noche.
Volvemos contentas porque sabemos también que al día siguiente, como cada 27 de enero, la Familia Teresiana se unirá de nuevo para celebrar la Eucaristía en la Parroquia de Torrent.