En el primer día del mes de Junio, en San Sebastián Residencia, decimos adiós a nuestra hermana Salomé y al hacerlo, decimos adiós a una mujer discreta y disponible para con todo, a una trabajadora incansable, y sobre todo, a una persona buena, íntegra, leal y una fiel seguidora de Jesús.
Nació en un caserío cercano al hermoso pueblo de Azpeitia, en el seno de una familia de hondas raíces cristianas lo que hizo que desde los albores de su vida se nutriera del espíritu evangélico que se vivía en casa. Esta fue la base que la llevó a entregarle a Dios su vida consagrándose a El en la Compañía de Santa Teresa.
Su recuerdo va ligado a los aspectos fundamentales de su actividad en Italia donde pasó prácticamente la totalidad de su vida Religiosa. (Ni siquiera tuvo nunca DNI español, lo sacó hace apenas dos años a su regreso a San Sebastián), y donde, a pesar de que su timidez quisiera ocultarlo, destacó por sus cualidades: sus fuerzas físicas, su sentido del deber, de la responsabilidad, por su determinación y entrega, etc. hicieron que en la curia general, las diferentes Generales con las que ha vivido, hayan confiado en ella. Era quien se ocupaba de atender a Obispos, Cardenales y otras personalidades que llegaban a la Casa Generalicia: les servía en la mesa, los transportaba sus destinos como una hábil conductora en el difícil tráfico de Roma y les atendía en sus necesidades. Era una muy buena anfitriona y hasta estuvo viviendo en el Vaticano al servicio de D. Eduardo Martínez Somalo y una vez finalizado este servicio, pasó al Colegio de Vía Fregene donde destacó como portera por su amabilidad, su educación y tantas otras habilidades que el Señor le había dotado. Siempre con una sonrisa acogía a alumnos, padres y profesores, lo mismo que en el Teresianum de Padua. Por eso, su recuerdo sigue hoy vivo entre las personas que la conocieron, aún preguntan por ella.
Llegó a esta casa a principios de Noviembre del 2019 y, quienes hemos vivido con ella este corto período de su vida, hemos podido constatar su serenidad y su temple a pesar del aislamiento que le ocasionaba su falta de audición.
Hoy, en estos días en los que la Iglesia celebra la fiesta del amor trinitario, decimos adiós a Salomé, adiós a una Teresiana a carta cabal que puso su vida al servicio del Reino y, que ahora dice junto a Nuestro Padre las palabras que éste dijo para sí:
“Dios se ha encargado de mí y de todas mis cosas; no me faltará nada. Dios anda solícito y cuidadoso de mí.”