Palabras que me llamaron la atención al escuchar que Jesús las decía después de una pregunta que salva vidas, y con otra pregunta después, en la que ya va la respuesta. Se dirigía a los fariseos:
¿Está permitido sanar en sábado?
Supongamos que a uno se le cae un hijo o un burro al pozo, ¿acaso no lo sacará enseguida, aunque sea sábado?
Es un ejemplo, como siempre, de la vida… y es que lo que toca nuestra vida, lo que nos toca de cerca, es lo que mejor podemos comprender. También es lo que más nos ayuda a ponernos en la piel del otro, el de más allá o el de casa. Y es oportunidad cada día…
Lo explica después de darle la mano y de haber curado en sábado a una persona que sufría, mientras lo vigilaban algunos fariseos. No lo dice antes, como pidiendo permiso… lo tiene claro. Se arriesga. ¡Es tan libre! Y solo busca el bien de las personas. Solo el bien. Y con ello, muestra cómo es Dios.
Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan… Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna[1].
Nuestra esencia fraterna: ¿acaso no lo sacará enseguida -al hijo o al burro- aunque sea sábado? Lo sacará enseguida. Aunque sea sábado. Sin duda. Si hay fraternidad esencial.
Seguimos en plena pandemia y vamos experimentando que este tiempo y su dificultad se van alargando. Pero también nos reconocemos en condiciones, posibilidades de cuidado y medios que muchos no tienen o acaban de perder: trabajo, casa, familia… En medio de este mundo y de estas circunstancias ¿cómo vivir nuestra esencia fraterna?
Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano. Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos, individualmente. El samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar de aquel hombre, como nosotros estamos invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades[2].
¿Cuándo está permitido sanar, cuidar a otros, hacer algo por los demás? ¿acaso no tendrá que ser enseguida? Pronto escucharemos consolad a mi pueblo… preparad el camino al Señor… estad atentos, porque no sabéis el día ni la hora ¿Dudaremos si sacar del pozo al hijo o al burro?
Unas a otras
se despiertan y ayudan, dice Teresa
de Jesús, con quien aprendemos el camino[3].
[1] Papa Francisco. Fratelli tutti, 77.
[2] Ibídem n. 78
[3] Teresa de Jesús. Camino de Perfección 12, 3.