Es fin de año. Y es tiempo de agradecer. No paran de llegarnos, y enviamos también, decenas de WhatsApp con felicitaciones y deseos. A veces, empeñados en disimular la difícil realidad mundial, llenándola de luces y músicas y celebraciones. A veces, acercándonos más al significado profundo de este tiempo navideño.
Es tiempo de agradecer. En otro tiempo se decía: “que Dios te lo pague”. Y vivíamos con la conciencia de que segura puede estar lo pagará y agradecerá el Señor. Era un modo de reconocer que podemos bien poco en muchos casos, ante algunas circunstancias, ante según qué personas, ante algunos hechos… y le dejábamos a Dios esta “tarea” de “pagar” de nuestra parte, para agradecer. Porque la mayoría de las veces “¿qué podemos pagar?”.
Aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den, dice Teresa de Jesús. Aunque quiera no puede… aunque haga lo que es en sí. Ella habla así cuando quiere agradecer y se pregunta: ¿qué podemos pagar los que no tenemos qué dar si no lo recibimos?[1]
Es de lo más teresiano reconocer lo que recibimos, para poder agradecer, para no acabar de dar gracias, como dice ella. Y es momento propicio para vivir así este fin de año, con mirada y corazón agradecidos, en medio de este hoy complejo, duro para tantas personas y a la vez lleno de desafíos que pueden ser oportunidades para crecer, para poner nuestro granito de arena.
¿Qué podemos pagar?, dice la Santa… Vamos a mirar en el corazón, en ese espacio nuestro interior y habitado, en nuestro alrededor, y un poco más allá también. Y mirando, vamos a intentar descubrir lo que hemos recibido. Y descubriendo, vamos a intentar despertar a amar, como dice Teresa también: si no reconocemos que recibimos, no despertamos a amar. Así que, si desde esta mirada llegamos a descubrir, podrá ser también el paso para despertar a amar.
Eso dice ella. Eso experimentó ella, y nos da luz. A nosotros nos toca reconocerlo en nuestra vida, concretar, poner nombres y rostros, situaciones y circunstancias, acontecimientos… ¡qué bueno sería, antes de terminar el año, concretar el reconocer lo recibido y ver cómo nace de ahí, concreto también, el despertar a amar!
Ojalá este ejercicio para antes de terminar el año, y ojalá cada día del año nuevo… Tiene Teresa un “truco” para ello: poquito a poquito ir acostumbrando el alma… si no es así y poco a poco, nunca haremos nada[2].
Y tiene también una gran seguridad, que comparte: Su Majestad es buen pagador y paga muy sin tasa[3].
¡Felices días para reconocer y agradecer, para despertar a amar porque nos sabemos amados!
[1] Camino de Perfección 32,13
[2] Ibidem 26, 10
[3] Ibidem 37,3