“Nada te turbe… todo se pasa, quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta.”
Estamos seguras de que nuestra hermana Pilar de Felipe, escuchó por dentro muchas veces, sobre todo en los días de su enfermedad, estas palabras de la Santa. Cuando recibió el diagnóstico médico, siete meses antes de su fallecimiento, nos decía que tenía paz, y se sentía fortalecida y sostenida por Él. Esto nos hace vivir este momento doloroso con fe y agradecimiento.
Pilar falleció en Ávila, a las 19:00 hrs. el 20 de agosto de 2022. Solemos decir y sabemos que el tiempo y la hora del encuentro con Dios entran dentro de lo que consideramos un misterio, pero hay ocasiones en las que esta realidad se pone de manifiesto con más crudeza. La vitalidad, fortaleza y salud de nuestra hermana Pilar habían sido siempre notorias, por eso creíamos que la medicina podía hacer milagros frente a la enfermedad. No fue así. La evolución en los primeros meses de tratamiento fue positiva, pero el Señor tenía otros planes y parece que se daba prisa por llevarla a gozar de su misma Vida.
Había nacido en Calahorra en 1941 y entró en la Compañía en Tortosa, en octubre de 1960. Comenzó su tarea apostólica en Madrid en el colegio de Puebla, siendo aún juniora, y estuvo destinada también en las comunidades de Madrid (Jesús Maestro y Estrecho), Las Palmas, Valladolid, Toledo y últimamente en Ávila residencia. Desde 1987 a 1999 estuvo en Roma, primero como Delegada de Educación y posteriormente como Consejera general.
Nos queda el recuerdo de su entrega generosa en las diversas tareas que le confió la Compañía, concretamente al servicio de la educación en todos los niveles: local, provincial y general. También ejerció tareas de gobierno como coordinadora local y consejera general y, no podemos olvidar en los tres últimos años, su ayuda y acompañamiento a las hermanas enfermas de la comunidad de Ávila. Su trato con ellas fue siempre respetuoso, delicado, atento, mostrándose comprensiva con la fragilidad de las hermanas y acompañando su enfermedad.
La invocación a María en los últimos momentos le ayudó a poner su vida en las manos de Dios y le abrió la puerta para entrar en el gozo de su Señor.
Pilar, pídele al Señor que nos dé a todos los educadores teresianos gran cabeza y gran corazón. Y desde esa VIDA verdadera, ruega también por la Compañía para que siga dando mucha gloria a Dios.