Durante 20 años consecutivos hemos sido peregrinos de Fátima. Entre 50 y 60 peregrinos, de la Familia Teresiana, salíamos de Elvas hacia Fátima y vivíamos los días 12 y 13 de mayo, participando en todas las celebraciones, haciendo el camino de la cruz a través de Valinhos, Loca do Cabeço y Calvário Húngaro, viviendo intensamente, cada momento, llenando el alma con esa energía espiritual que proviene de Cova da Iria. Con San Juan Pablo II, con Benedicto XVI, con el Papa Francisco, fuímos peregrinos de Esperanza y Paz ¡Si aquél lugar hablase! Cuántas lágrimas, cuántas oraciones, cuántas alabanzas compartiría …
Este 12 y 13 de mayo de 2020, «tan especial», no podíamos dejar de estar presentes.
La Iglesia Católica, que siempre enfatiza el valor de la vida de la persona humana, no pudo dejar de adherirse a las reglas de confinamiento, debido a la pandemia del covid-19, y convocó una peregrinación más tranquila, sin miles de peregrinos en persona, solo los necesarios para representarnos a todos. Pero nosotros «estábamos allí». Fue una peregrinación en estado puro. El desafío lanzado desde el Santuario fue invitarnos a ser «Peregrinación a través del corazón», desafío que la noche del 12 de mayo fue recordado por el obispo de Fátima, D. António Marto.
Esa noche se colocaron mil velas encendidas en el recinto para recordar a los miles de peregrinos que han estado rezando allí desde 1917 los días 12 y 13 de mayo. Los pies de 4 personas fueron lavados en un gesto simbólico de los miles de pies de peregrinos que son lavados en ese santuario cada año.
No fuimos solo nosotros, sino que el mundo entero peregrinó a Fátima los días 12 y 13 de mayo de 2020. La explanada, aparentemente vacía, sin duda fue el lugar de la peregrinación más grande de la historia. Ciudades, pueblos, países de todo el mundo cristiano acogieron con beneplácito la iniciativa de colocar velas encendidas en las ventanas, música de Fátima, pañuelos blancos, etc. y la invitación a rezar con los ojos puestos en el Santuario de Fátima y el corazón dentro de la capilla de las apariciones. Peregrinación internacional por el corazón, todos en el altar del mundo, el Santuario de Fátima. De todo el mundo, las oraciones de alabanza e intercesión fueron llegando.
El santuario «estaba vacío, pero no desierto», proclamó D. António Marto, estaba lleno de peregrinos. Los que hemos estado yendo allí todos los años durante 20 años, no hemos fallado este año. Esa pequeña capilla, ese santuario, estaba lleno de corazones, los nuestros y los de los peregrinos de todo el mundo. La noche estaba oscura, el cielo nublado, los ojos de la Virgen tristes. La «noche» que pesa sobre el mundo herido por una pandemia, pidió Luz, Fe, Esperanza, el regazo de una Madre para acurrucarse. Y María nos recibió con nuestras lágrimas en nuestra angustia y nuestros sueños.
Fátima es lugar para pecadores, para los sencillos, los humildes, los pobres, los que confían y esperan porque saben que tienen una Madre que no los abandona en tiempos de pobreza, sufrimiento, guerras e incertidumbres. Para aquellos que aman las distancias, no cuentan. Y con el corazón lleno de amor, rezamos. En cada gota de lluvia que cayó esa noche, había una lágrima de cada uno de nosotros suplicando: Ayúdanos, Madre. Y la respuesta era: Es de noche, pero mi Hijo y yo siempre estaremos contigo. Somos compañeros en el camino.
Volveremos, cuando sea posible, al Santuario de Nuestra Madre, para agradecerle tanto y pedirle que interceda por la paz.
Fátima Magalhães stj