Una mujer y un hombre me han dado la clave estos días para ofrecer desde aquí las menos palabras posibles, con el mayor contenido que yo misma he recibido y comparto. Y con mucho sentido…
Angela Merkel se despedía hace días, después de ocupar el cargo de canciller de su país durante 16 años. Los sentimientos que nombraba eran la gratitud y la humildad. Y resaltó la necesidad de que los países trabajen en conjunto para resolver problemáticas comunes, como el cambio climático, las nuevas tecnologías, las personas huyendo de sus hogares, las migraciones…
Y entonces se me quedaron dentro estas palabras suyas que siguieron en ese discurso de despedida: “Quiero alentarles para que en el futuro miren al mundo a través de los ojos de los demás. Que perciban las perspectivas que tiene la persona a su lado, inclusive si es diferente. Los aliento a buscar la justicia.”
Mons. Santiago Agrelo, obispo emérito de Tánger, ofreció su experiencia hace unos días también en una entrevista entrañable, como él es, y profética, como se muestra en la vida cotidiana. Con la humildad y franqueza que le caracteriza, comenzó expresando que “el contacto con la pobreza ha hecho que no pudiese apoderarse en mí aquella ideología con la que terminé mis estudios, y que igual hubiera hecho de mí un fundamentalista”… y sonreía, al reconocer como un regalo su encuentro con los pobres “con ellos Dios me ha regalado un contacto permanente con la realidad, con la vida, con la humanidad, con lo auténtico, con los sufrimientos de la gente…”
“Cuando ves a los inmigrantes con miedo, pasando frío, humillados, entras en un mundo que cuestiona el tuyo. Cuestiona y abre horizontes, para que la Iglesia recupere su rostro auténtico y su función en la sociedad. Nosotros no somos predicadores de unas doctrinas excepcionales, brillantes sobre Dios. Nos ha puesto el Señor en el mundo para ser una Buena Noticia para los pobres, como Jesús… Se trata de llevar solidaridad, amistad, un abrazo… Es el trabajo de Jesús hoy en el mundo con nuestras manos y nuestro corazón. Las cosas tienen que resolverse aquí con nuestro modo de vida. Le pido al Señor no equivocarme con el evangelio”.
Suficiente para que estas claves sean semilla que agarre bien en la tierra de nuestros corazones. Dos experiencias, dos miradas descentradas, dos entregas fraguadas día a día en años de servicio… dos vidas en las que podemos reconocer al Dios-con-nosotros que celebramos en Navidad. A Quien por su infinita misericordia nos visita y es anunciado como “paz para los de corazón bueno”.
“Mirar al mundo a través de los ojos de los demás” es el modo de vida de Jesús en el Evangelio. “Ser Buena Noticia y llevar solidaridad, amistad, un abrazo…” es lo que podemos ofrecer hoy al contemplar ese Belén en casa y en la calle, en silencio o animando a alguien, escuchando o acercándonos como ese Niño supo hacerlo en su vida y nos pidió para la nuestra. Así es Navidad.