Nuestra hermana ha sido una mujer dotada de un carácter amable, suave en el trato, disponible, humilde, generosa, siempre a punto para ayudar, acoger y acompañar. Pero por encima de todo ha sido una fiel seguidora de Jesús.
Nació en el seno de una familia de hondas raíces cristianas. Estudió en el Colegio de las Teresianas de Pamplona con lo cual, desde los albores de su vida, su personalidad se nutrió del espíritu evangélico y de Jesús, vivido en casa y en el colegio. Estas fueron las bases que la llevaron a entregarle su vida en la Compañía.
A su natural abierto y generoso, se unió, como buena navarra, la devoción misionera que la llevó a ejercer su apostolado en Angola y posteriormente en Argentina.
Trabajadora incansable, siempre cumplió su trabajo a cabalidad, pero su rasgo distintivo era “saber estar”: tanto en primer plano como en el segundo. En Lourdes se cumplió el salmo de “No pretendo grandezas que superan mi capacidad”, Y porque vivió hondamente su relación con Jesús gozaba de una gran paz interior que se traslucía hacia afuera en su amabilidad acogedora y en su sonrisa permanente.
Para Lourdes, la vida ya se ha hecho PLENITUD.
El amor se le ha transformado en ENCUENTRO.
Hoy es día de AGRADECER, de COMPARTIR, de GOZAR.
¡GRACIAS, ¡SEÑOR, POR LA VIDA DE Lourdes!