La hermana María Mercedes nació en un pequeño pueblo de la provincia de Soria, en Sotillo del Rincón, el 24 de septiembre de 1933. La cuarta de 6 hermanos con los que hasta el final mantuvo una relación muy cercana y entrañable.
Mercedes fue a trabajar a Zaragoza con una familia que veraneaba en su pueblo y así conoció la Compañía pues eran los padres de la hermana Concepción Rivas. El amor a la Virgen se fortaleció allí y quiso ser como María servicial y vivir atenta a las necesidades de los demás.
Hizo su entrada en la Compañía, en el noviciado de Tortosa, el 14 de Octubre de 1955. La vida de nuestro Padre la cautivó desde el primer momento. Muchas veces hablaba de él con emoción y devoción.
Después de su primera profesión en 1958 fue destinada a Madrid, Jesús Maestro, donde estudió enfermería y allí la ejerció con la comunidad y las universitarias.
En 1975, aprovechando un viaje que hacía con sus hermanas a Roma, le comunicaron su destino a la Casa General, donde desarrolló su profesión con amor, con mucho amor. Siempre fue delicada en el trato, cariñosa y servicial. Cuidó y acompañó con esmero y delicadeza a muchas hermanas enfermas tanto de la comunidad como a las que pasábamos por allí y necesitamos su cuidado. Nunca nos faltó su sonrisa, su palabra de ánimo, su mano sanadora aunque fuese acompañada de jeringa y siempre su apoyo.
Aunque la enfermedad fue limitando sus capacidades su sonrisa, su agradecimiento y su cariño nunca desaparecieron.
El 29 de noviembre de 2019 regresó a Tortosa, su primera casa. Aunque fue corta en el tiempo su segunda estancia en Jesús, las hermanas guardan de esos días un bonito recuerdo de Mª Mercedes. Todo lo agradecía y sonreía siempre cuando las hermanas o las auxiliares que la cuidaban le decían algo. Hablaba poco, pero todo lo que decía eran palabras de gratitud. Una de sus grandes alegrías fue la visita a Jesús de Rocco y Anna Landi, a los que conocía mucho por estar al servicio de la Casa general durante muchos años.
Hasta el final de sus días continuó en contacto con sus hermanas, que viven en Madrid. La limitación en el hablar no era obstáculo para que se saludaran a través de video llamadas y pudieran alegrarse unas y otra al verse a través del teléfono. El día 23 de diciembre, de manera casi inesperada, se fue al cielo a celebrar la Navidad a lo grande. Seguro que Enrique de Ossó, a quien tanto quiso, estaba esperando a su hija al otro lado y tomándola del brazo la acompañó, para juntos, cantar villancicos al Niño Dios.