Hna. Joaquina Carreño Martín. 2 de junio de 2020. (Salamanca-Residencia)

Con el gozo y la gratitud hecha vida, se fue apagando lenta y silenciosamente, como una pequeña vela, hasta encontrar la LUZ definitiva en la casa del Padre el amanecer del día 2 de junio.

Nació en un pequeño pueblo de la provincia de Salamanca hace 93 años, en el seno de una familia profundamente cristiana, donde aprendió la sabiduría de la gratuidad y la entrega; y muy joven, apenas cumplidos los 16 años, entró en la Compañía, era un 19 de marzo del año 1942.

Mujer discreta y servicial, su paso por los colegios de Salamanca, Ciudad Rodrigo, Valladolid, Madrid (Goya), Toledo, Ávila, donde desempeñó diferentes oficios y tareas, fueron testigos   de su exquisita solicitud y cuidado para con todos. Pero fue sobre todo en la Casa de Ávila, donde a lo largo de más de 30 años, en su misión de encargada de la portería, vivió y se desvivió para brindar a todos los que llegaban una acogida cordial y cercana, haciendo que se sintiesen como en su casa. Profesores de nuestros colegios, sacerdotes, hermanas de la Compañía, personas que pasaban unos días de retiro o descanso la recuerdan con cariño y gratitud.

Su último destino, desde el año 2007, la Comunidad Teresiana de Salamanca, donde hemos tenido la suerte de compartir con ella su amor inquebrantable a la Iglesia y a la Compañía. El amor a Jesucristo y su presencia en el sagrario hacía que, sobre todo los últimos años, pasase largos ratos ante el Señor en la Capilla y con su memoria ya muy deteriorada, a cualquier hora del día, salía al pasillo y decía: ¿dónde están las hermanas que no hay nadie con el Señor?

Muchas cosas podíamos decir de la vida de Joaquina, pero si queremos resumir en una palabra su vivir en estos últimos años es, GRACIAS. Palabra que salía constante e insistentemente de sus labios, ante cualquier pequeño detalle o visita que le hacíamos, incluso los últimos días cuando ya apenas tenía un hilo de voz. También hemos sido testigos de su profunda vida interior, con una expresión que era connatural en ella al preguntarle cómo se encontraba: Todo por Él, con Él y en Él, repetía levantando sus ojillos expresivos al cielo.

La paz y serenidad que le ha caracterizado en estos años de enfermedad, es la que ha dejado entre nosotras. Gracias, Joaquina. Descansa en paz.

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