“Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”
Con esta certeza despedimos a nuestra hermana Gertrudis el 16 de noviembre del 2020. No sabemos si la edad, si el covid, si su alzheimer o todo colaboró para que en unas horas, casi sin avisar, formara parte de la Iglesia que goza de Dios para siempre.
Nos deja un recuerdo precioso, nuestra hermana sabía sacar lo mejor de cada una: sonrisas, ternura, momentos de encuentro en torno a ella, muchas oportunidades para poder cuidarla porque era totalmente dependiente.
Gertrudis había nacido en Aljaraque, un pueblo de Huelva hace 96 años y llevaba 79 en la Compañía. Tenía una hermana que perteneció a la Compañía, su hermana Rosario de la que se sentía orgullosa y la recordaba con cariño y admiración, murió muy joven.
Gertrudis era de esas hermanas que entraron jovencísimas en la Compañía y se sintieron siempre privilegiadas por haber entregado al Señor las primicias del amor. Los primeros años de su vida religiosa los pasó en Cuba, a la que también llevaba en el corazón. Al volver a España, estuvo un tiempo en Madrid y desde 1965 en su querida Huelva.
Se distinguió por su gran amor a su tierra, a sus gentes, a sus costumbres. Era todo corazón y además tenía un don natural para plasmar en versos lo que llevaba dentro. Son muchos los escritos que conservamos y hablan de su sensibilidad y humanidad.
“No hay persona tan vacía como la que está llena de sí misma ¡qué mal vive aquel que sólo vive para sí!” Es una pequeña muestra de lo que escribía sencilla y hondamente. Fue una mujer que se entregó con entusiasmo al servicio de los demás y podemos decir que “tenía un corazón lleno de nombres”.
De carácter alegre y jovial, acogedora con los niños y las familias en la portería y exquisita en el cuidado de las “cosas del Señor” en la Sacristía.
El Señor que se nos hace presente de tantas maneras hemos reconocido su presencia como Señor de la VIDA y de la historia en la vida y en la muerte de Gertrudis.
