“La vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo” Nos alegramos de que Belarmina haya encontrado en la CASA del Padre ese lugar de PAZ y reposo para su cuerpo frágil y lastimado por la enfermedad. Su unión con Jesús sufriente le ayudaba a dar sentido a lo que vivía, pero a veces se le hacía larga la espera de una VIDA más plena. El 25 de julio se le regaló.
Nuestra hermana Belarmina nació en 1935 en Soto de la Vega (León) en una familia numerosa en la que recibió la fe, el cariño y el cuidado de los suyos. Entró en la Compañía en 1952, en Tortosa. Después de hacer los votos fue destinada a Sevilla, San Juan de Aznalfarache donde pasó sus primeros años de teresiana hasta la profesión perpetua. Vivió en las comunidades de Madrid – Puebla, Huelva, Las Palmas, Mora, Toledo, Telde, Madrid, Casa Provincial Federico Grases y Ávila. En algunas casas estuvo dos veces.
Sus principales tareas eran servir y ayudar. Portería, cocina, comedores, de niños y de comunidad, colada, roperos… era fácil encontrarla en alguna de estas dependencias ofreciendo sus manos en un trabajo discreto y sin ruido.Era una mujer sencilla, buena, acogedora. Supo ganarse el cariño de las personas con las que vivió. Atendió la portería varios años, tanto en los colegios como en la residencia de universitarias de Toledo. A todo el mundo recibía con una sonrisa y con cariño. También con las hermanas de la comunidad era afable y agradecida por lo que recibía, y siempre ofreciendo lo que estaba en su mano. Era una mujer piadosa que gustaba de estar en el oratorio con el Señor. No era de mucho hablar pero su actitud lo decía todo.
El Señor vino a buscarla el día de Santiago en la residencia de Ávila, donde pasó sus dos últimos años.
Descansa en paz e intercede por nosotras, buena hermana.