“Ya la columna de fuego que a los Reyes Magos guía…”
La comunidad de Barcelona, Nápoles, vive los Reyes con corazón de infantes…
El hecho de que sea la “secretaria” de la Comunidad me obliga a ser moderada y sincera en mis palabras para decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad. Pero, creedme, va a ser difícil que hable con “ponderación”, al tratar de lo que han sido estas fiestas navideñas y, en especial, la de los Reyes Magos, en nuestro piso de seis hermanas de la calle Nápoles 351.
Teniendo en cuenta que la mayor parte de la comunidad éramos nuevas (de las seis, cuatro) podía temerse que nos “añorásemos” cada una de su comunidad anterior. Y, creo poder decir sin temor a equivocarme, que todas –dejando aparte los recuerdos y los gozos de otros años- hemos pasado unas fiestas maravillosas y para dar gracias a Dios.
Nuestro querido Papa Francisco ha dicho en varias ocasiones que, sin sentido del humor, sin alegría, no hay verdadero espíritu. Y, puedo asegurar que así hemos vivido estas Navidades. Cada una de las hermanas ha puesto su granito de arena: en hacer agradables las fiestas; las comidas, riquísimas; los encuentros, agradables; fervorosas y fraternas, las oraciones.
Os aseguro que las “oraciones al atardecer” –que así las llamamos- han sido muy especiales durante estos días. Un gozo orar juntas, meditar la Palabra, comentarla desde la oración personal, penetrar en ese silencio que se enriquece con el silencio orante de las hermanas que nos rodean, y esos cantos que son un complemento y que nos elevan desde el arte y la contemplación.
Como es normal, siguiendo la tradición de donde estamos –Cataluña- teníamos preparado desde el principio “El tió” –un tronco de árbol debajo de una gran manta- que hay que “alimentar” los días anteriores para que la Nochebuena “cague” –con perdón- lo que ha comido. Por las fotos, os daréis cuenta de los regalos que recibimos esa noche y que tenía escondido nuestro “Tió” (que quiere decir tronco de árbol cortado para hacer leña)
Pero voy a referirme de una manera especial a esa fiesta entrañable que nos hace revivir aquellos gozos infantiles que nos proporcionaron nuestros padres y nuestra Compañía de Santa Teresa desde sus inicios, los de la Fundación y los que vivimos en nuestros respectivos noviciados.
Todas –sobre todo las “más antiguas”- recordamos con gusto y con ilusión aquellas “cabalgatas” internas por los pasillos, vestidas de Reyes y pajes, o las sorpresas que nos esperaban, aunque sólo se tratara de unas naranjas y algo de lo que utilizábamos a diario.
Pues bien, nosotras lo vivimos así este año: la noche del 5 de enero, noche mágica para los niños, después de gozar juntas de una merienda especial –chocolate con churros- y contemplando la cabalgata preciosa organizada por el Ayuntamiento, nos fuimos a colocar nuestros zapatos en el recibidor, por donde pensamos habían de entrar los Magos.
En efecto, al día siguiente, me despertaron –y supongo que a alguna otra rezagada también –los gritos de alegría de las más mañaneras que ya habían visto los paquetes de múltiples colores junto a los zapatos…
Con el más sano estilo del “ágere contra” jesuítico o “lo más perfecto” de San Enrique, no lo podíamos ver ni abrir nada hasta la hora fijada –después de la Misa- y todas juntas.
La algarabía, el sentido de comunidad, el cosquilleo infantil que se siente al abrir los paquetes todas juntas es un gozo mágico y sencillo que San Enrique, nuestro Fundador, quiso que siguiéramos viviendo, y así lo hacemos. Me imagino que en todas las comunidades. No podemos dejar de gozar con estos sencillos gestos que en el fondo sólo tienen sentido en el conjunto de amor fraterno de las comunidades, donde siempre hay hermanas dispuestas a pasar mucho tiempo “preparando” para que las demás puedan “gozarlo”.
Yo, desde aquí, quiero agradecer y homenajear a esas hermanas que se dedican horas y horas a comprar, a dar “sorpresas”, a hacer letreritos, empaquetar…etc. Son pequeñas chispas de felicidad que hacen crecer el amor en las Comunidades. (M. Victoria Molins STJ)