El lenguaje universal hoy para el comercio, la comunicación sobre todo en las redes, las canciones, muchas entrevistas… es el inglés, así como un día fue el latín. Y así, la “L” que llevan algunos coches detrás es una señal universal también en aquella lengua. Porque la “L” tiene su origen en el término inglés “learner”, que significa “aprendiz”. Y por eso es obligatorio llevarla en el coche en lugar visible durante el primer año de conducción.
Y parece que ha servido también para estos surfistas noveles que aprenden sobre las olas, o debajo de ellas muchas veces, pero casi siempre disfrutando con ellas. En sus camisetas, en la espalda, va la “L” que los identifica en sus primeros pasos en el mar.
Y en realidad, ¿hasta cuándo la “L”? ¿cuándo dejamos de aprender? ¿cuándo dejaremos de llevar la “L” en la espalda, aunque sea invisible? La sabiduría popular ya lo dice: no te acostarás sin saber una cosa más. Ese es el “cuándo” del aprendizaje, el cada día. Éste es nuestro tiempo, el de los aprendizajes, el de la apertura a lo que no sabemos, que viene igual si lo acogemos como si no, el tiempo de los intentos, el de las dudas y las preguntas siempre antes que los juicios…
Una buena imagen para reconocer así el tiempo que vivimos y cómo vivimos este tiempo: Una niña haciendo equilibrios encima de una tabla firme sobre un “suelo” líquido. Ese intento repetido de permanecer sobre la tabla y sobre las aguas, a pesar de las olas y con ellas. A veces en pie, otras en cuclillas o echado sobre la tabla, bien agarrada a ella, y siempre con una pequeña cuerda o correa que, atada al tobillo, te asegura a la tabla como “salvavidas”.
Así andamos, con la “L” en la espalda, eternos aprendices en la vida, sorteando olas y ojalá disfrutando siempre que podamos de ese mar que es la vida misma, agradecidos por esa tabla, por esa cuerda que da seguridad, por el regalo de sol y mar y por los compañeros que tantas veces se adentran con nosotros a “coger olas”, mientras aprendemos, intentamos y nos ayudamos a estar en pie cada día.
Con esa “L” en la espalda vivimos… toca agradecer esos “cada día” en medio de los intentos. Cada uno sabemos, en nuestra vida concreta, qué nombre tienen mi tabla y mi cuerda, cuál es el mar, cuáles las olas y quiénes mis compañeros. Ahí nos encontramos, todos “learners”. Siempre aprendices.