Nuestra comunidad hunde profundamente sus raíces en la tierra de la Compañía. Cuando en 1888 ésta iba creciendo, San Enrique de Ossó vio la necesidad de establecer en Barcelona una Casa propia con dos fines: poder tener un Colegio en un espacio más amplio que el que le ofrecían los alquilados hasta el momento, y ofrecer la posibilidad de que las Hermanas jóvenes, más numerosas cada vez, pudieran estudiar en esta ciudad. En 1990 su sueño se hizo realidad: la Casa Madre, o Casa General de Estudios comenzó su andadura. No entramos en detalles de la compra del solar por una peseta ni del encargo de la construcción al arquitecto Gaudí, porque exceden a la dimensión de este artículo.
La Comunidad se ocupaba del Colegio, atendía al Gobierno General y albergaba un juniorado formado por numerosas hermanas. que estudiaban en la Universidad. Con los años, el Gobierno General y el Juniorado se trasladaron a Roma. Cuando en 1994 se reestructuró la provincia Santa Teresa, pasamos a formar parte de la misma, pero divididas en dos Comunidades. La nuestra que, como Casa Madre, seguía ocupándose de los asuntos de la Compañía en España y la del Colegio, recién erigida, que se centró en el mismo.
Hasta aquí los datos históricos. En la actualidad formamos un grupo de 19 hermanas, todas mayores pues nuestras edades oscilan entre los 77 y los 99 años. Sabemos que se nos ha pasado el tiempo del “hacer” y nos dedicamos a “ser”. Tenemos muy clara nuestra misión: desde retaguardia estamos atentas a cuanto sucede en el mundo, en la Iglesia, en la Compañía, para apoyar con nuestra oración y sacrificio todo el trabajo apostólico de nuestras hermanas. Intentamos, con nuestro modo de vivir, ser referencia de vida teresiana y, sobre todo, nos ayudamos a vivir con alegría y esperanza este momento crucial de nuestra vida. Acogemos, como Casa Madre, a todas las hermanas de comunidades cercanas que necesitan cualquier clase de atención sanitaria.
Si queréis pasar algún día entre nosotras comprobaréis que nuestra alegría se basa en el agradecimiento por tanto bien como recibimos de Dios y de nuestros hermanos/as, y veréis que no hacemos más que compartir gratis lo que gratis hemos recibido.