Nuestra Hermana Carmen murió en la comunidad de Bonavista – Tarragona, el día 21 de septiembre de 2024.
Carmen nació en Salamanca hace 87 años. Después de pasar por Venezuela y Tarragona llegó a Bonavista con plaza de maestra hace 47 años. Aquí ha permanecido desde entonces.
Puedo decir, de los años que he tenido la suerte de vivir con ella, que Carmen era una persona profunda, intensa. No le gustaban las cosas a la ligera ni hechas a medias. Intentó llegar siempre hasta el final, más allá de sus propios límites mientras pensara que aún podía hacer algo más. Y de esta manera se entregó también al barrio.
Fue una educadora genial como lo atestiguan hasta hoy día muchos de sus alumnos. Una de las cosas que más me gustaban de Carmen es que fue siempre una visionaria respecto de lo que el barrio podía necesitar en cada momento y trabajaba incansablemente para darle respuesta dentro de sus posibilidades. Se embarcó — y nos embarcó- en proyectos sucesivos sobre todo desde que se jubiló. Fue el Esplai, todavía de maestra, luego las clases a inmigrantes y el refuerzo escolar, le preocupaba la integración de las distintas culturas en el barrio, el dar herramientas de formación a las madres y abuelas para la educación de sus hijos y nietos. Se entregó también a la catequesis durante muchos años, al voluntariado de jóvenes interrumpido después por la pandemia. Y su último sueño para el barrio fue ese proyecto de acción vecinal, el MOVECO – que sólo alcanzó a ver nacer. Pero de todos los proyectos, el que justificó su vida y sus energías y el que daba sentido a todos los demás, fue el proyecto de Jesús, el sueño de un mundo, de una sociedad y un barrio mejor y más humano para todos. Trató de vivirlo desde la sencillez de su vida sin permitirse descansar si intuía que podía hacer algo más.
Mujer profundamente creyente y espiritual, vivió una fe muy lúcida. Sufría al ver cómo la iglesia, su propia congregación religiosa o ella misma se distanciaban tantas veces de la propuesta inicial de Jesús, convirtiendo la vida cristiana en una caricatura de lo que podría y debería ser.
Unos días antes de morir nos habló del gran regalo que era para ella la comunidad, también la comunidad parroquial. Era muy consciente de que su vida se apagaba, y lo que en sí resulta tan difícil de aceptar y asumir, se le hacía más sencillo sintiendo la fuerza y el apoyo de la comunidad.
Carmen tuvo siempre una tremenda fuerza de voluntad, tesonera y hasta testaruda en sus convicciones. En la relación fue siempre muy cercana y sensible. No le faltó nunca una palabra de aliento, de alegría y de esperanza para los que necesitaban de ella. El barrio puede dar testimonio de que fue así.
Nos queda a todos la satisfacción de haber compartido su vida, una vida gastada en el servicio y la entrega y hoy damos gracias a Dios por ella, hoy que como dice un bello salmo «le has desatado el sayal y la has vestido de fiesta»