¡Cincuenta años en la Compañía de Santa Teresa de Jesús, por pura gracia de Dios!
Este era el sentimiento y la convicción que he tenido al celebrar la historia que Dios ha hecho conmigo durante estos cincuenta años.
Sin duda, lo nuestro siempre es agradecer. Imposible responder al Amor de Dios desde nuestra posibilidad de amar.
Cuando me preparaba para celebrar las bodas de oro, pensaba que no había nada con que pagar la deuda inmensa que tengo con Dios: Mi familia, la fe, la vocación, la Compañía, Enrique y Teresa, las hermanas, los amigos, estos cincuenta años en los que no he parado de recibir gracia tras gracia…por eso la pregunta siempre se queda abierta: ¿Cómo te podré pagar…?
Pero precisamente por eso, había que celebrar “Misa y mesa”, que, por circunstancias providenciales, fue en la tierra de la Santa, en el antiguo noviciado, donde había comenzado mi andadura. Una Eucaristía festiva, compartida con mi comunidad, las hermanas de las dos comunidades de Ávila y el grupo del TER. Y una comida, también festiva, con mi comunidad. Fue un día precioso en el que renovamos nuestro sí unidas al Sí inmenso de Jesús al Padre y a nosotras.
Unirnos al Sí de Jesús, a su vida entregada, nos ayuda cada día a entregar la nuestra. “Entrañarnos con Él” para sentir como Él y aprender sus modos, caminar con Él codo a codo, paso a paso…sin dejar de recibir lo que queremos dar.
Y celebrar, celebrar siempre y ante todo Su vida, la gratuidad de su amor infinito, y nuestra vida con Él. Continúo dando gracias. (Soledad Fernández Riesgo,stj)