Bodas de Oro de la Hna. Mª Cristina Pulpón

La Víspera de la celebración de las Bodas de Oro de la Hna. Mª Cristina Pulpón la oración de la tarde fue especial: sobre la llamada de Jesús a Pedro en la pesca milagrosa después de la resurrección. El oratorio lo habían preparado entre las dos hermanas, Gloria y Angelina, con los símbolos de la bandera, las Constituciones, la alianza, el crucifijo, las velas con los colores de Compañía, y tres flores representando los tres votos. Tuvimos también un rato de oración compartida, sobre todo dando gracias a Dios.

Por fin llegó el día de la celebración, 22 de octubre. Llegaron la familia de Cristina y varias amigas de diferentes grupos relacionados con nuestra pastoral, y el sacerdote José Manuel Vidriales, párroco de Martiago. A las 12,30 comenzó la Eucaristía, en el oratorio grande de abajo que estaba precioso: la bandera, la Santa y la Virgen. Como éramos solo 17 personas, todo fue muy íntimo. Beatriz, hermana de Cristina, se dedicó a hacer el video y fotos. Angelina leyó la monición de entrada. Gloria y Cristina tocaron la guitarra, cantos que pudieran saber los presentes. La homilía fue dirigida casi en exclusiva a Cristina, haciendo tres preguntas: ¿Por qué Cristina tomó la decisión de vivir para el Señor?, ¿por qué quiso hacer los Votos Perpetuos? ¿Has sido feliz?

Al acabar el sacerdote, Cristina renovó los Votos y José Manuel le dio la bendición solemne, tomada del ritual de la Compañía, momento muy emotivo.

Las ofrendas-peticiones las leyeron y llevaron distintos miembros de la familia.

En el momento de la paz, quiso el sacerdote que se la diéramos todos a Cristina. En la Comunión cantamos las tres hermanas un canto suyo sobre la relectura del salmo 26: “Eres mi luz y mi alegría”. Y luego leyó ella una acción de gracias a Dios en la que tuvo presentes, de manera general, a todas las personas con las que ha vivido y trabajado, y, lógicamente, especial mención a sus padres.

Y terminamos con un canto a la Virgen que acompaña nuestras vidas.

Finalizada la Eucaristía nos subimos a Ciudad Rodrigo a comer.

La oración de comunidad, a las 8, fue de acción de gracias compartida, como no podía ser de otra manera.

50 años se pasan muy deprisa, son un suspiro de eternidad, pero día a día están llenos de la bendición de Dios y la presencia maternal de María.  Por todo ello, por tanta vivencia y tanta vida acumulada, te damos gracias. ¡Bendito seas, Dios!

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