En las grandes ciudades, nos cruzamos y vivimos una gran diversidad de personas y culturas que venimos de diferentes rincones de la tierra y que plantean desafíos para el diálogo, la apertura y la escucha sin prejuicios. Si lo logramos, todos nos enriquecemos porque somos seres en relación.
El arte urbano, como arte valorado y acogido, no solo embellece los espacios empobrecidos físicamente, sino que también favorece el diálogo y la relación entre todas las personas. En lugares donde solo había grafitis vistos como símbolos de rebeldía juvenil, van apareciendo verdaderas obras de arte que logran arrancar de muchas personas un “¡qué pena que no me lo pueda llevar a casa!”
En Lisboa, los alcaldes comienzan a valorar el arte urbano. Cada vez más frecuentemente, aparecen verdaderas obras de arte firmadas por sus autores.
En barrios sociales como Telherias Sul y Rego, se ha observado esta integración y cuidado en la relación entre diferentes culturas, especialmente africanos y grupo étnico romaní. Por esta razón, en el barrio de Santos (Rego), el patio de todo el edificio fue decorado por artistas urbanos que pintaron en las paredes y el techo, paisajes y escenas típicas de sus vidas. Así, el entorno mejora y es embellecido, favorecido también por la ayuda y el apoyo de varias asociaciones que tienen sus locales a lo largo de ese patio a cambio de un alquiler.
En una de estas salas, la nº 36 A, se puede leer en una pequeña tabla de madera, “Asociación de Santa Teresa de Jesús – Dignidad y desarrollo”. La actividad principal que se desarrolla en este local, es un proyecto de alfabetización de adultos que, a través de la acción de dos voluntarios, una hermana teresiana y una estudiante, ofrecen semanalmente en este vecindario, con el fin de que personas de África y étnica gitana puedan aprender a leer y escribir portugués.