Se llama Conceição. (nombre ficticio)
Vive en un barrio pobre, en una casa pobre, es una persona mayor, con su marido en la cama y es de etnia gitana. En mis viajes al barrio, suelo encontrarme con ella y llevarle una canasta de comida. Tengo la costumbre de poner en mi cesta algo que lleve a las personas a Dios porque sé que “no sólo de pan vive el hombre”. Una estampa, un pequeño periódico católico, un rosario, una pequeña oración, una medalla, etc. va con la comida.
Como los salesianos me envían todos los meses decenas del pequeño periódico “Cavaleiro da Imaculada”, con muchas historias e imágenes, ese es el pequeño periódico que muchas veces ponemos en la cesta de la comida, a veces con la sensación de que se va a tirar, sin leerlo, pero también con la certeza de que algunos lo disfrutarán. También ofrecemos a menudo una estampa con la “Ofrenda de las obras del día” y, con estos pequeños gestos, evangelizamos y ayudamos a la gente a orar y relacionarse con lo trascendente y lo espiritual.
Por falta de disponibilidad, estuve algún tiempo sin ir al barrio y, entonces, Conceição pasó por la escuela pidiendo apoyo para medicinas y una canasta de alimentos. Como no estaba en casa, fui al barrio a hablar con Conceição, a llevar comida y decirle el nombre de la farmacia donde podía recoger los medicamentos. Fue entonces cuando Conceição me dijo:
«Espera un minuto, hermana, quiero mostrarte mi tesoro».
¿Qué tesoro era ese?
Era una imagen del Inmaculado Corazón de María que había recortado del periódico, “Caballero de la Inmaculada”, que había sido colocado en una canasta de alimentos. Era viejo, descolorido, sucio, manchado de grasa y desgarrado en los bordes. Me lo mostró, lo besó varias veces y dijo:
“Sabía que la hermana vendría a mí. Fue Santinha quien me lo dijo” (Así llaman muchos alentejanos a la Virgen). Es mi tesoro, cuando muera me lo quiero llevar»
Con su rostro arrugado, cabello blanco, desmostrando serias dificultades de movilidad, me contó sus penas, hablando de sus hijos en prisión, sus problemas económicos, “no tengo dinero para mis medicinas ni para las de mi esposo, etc, etc.”
Y mientras compartía conmigo su cruz, besaba el recorte de la imagen del Inmaculado Corazón de María, ya gastado y carcomido, y decía al mismo tiempo: “Ella fue la que trajo a la hermanita a mi casa. es mi tesoro»
¿Qué aprendí de Conceição?
Apreciar gestos simples. Confiando en María, nuestra Madre común. Cuando ahora entro en mi habitación, miro de otra manera una hermosa imagen de María que tengo en mi escritorio y rezo la oración que me enseñó Conceição:
“María eres mi tesoro. Llévame a tu TESORO, TU HIJO JESÚS”
Y la pobreza de Conceição se convirtió en mi riqueza porque me llevó a Jesús y a María, su Madre, que me enseñan a acercarme a los pobres con una mirada rica en misericordia y AMOR. (María de Fátima Magalhães, stj)