Cuando el equipo del CIT elegimos el lema #conectandohistorias no podíamos imaginar que lo que fue una intuición, se iba a convertir en una realidad. Porque si ahora pensamos en los “animadores”, no pensamos en personas aisladas, sino en los 51 participantes, y en cada uno de los ponentes que hemos vivido y compartido estos días.
La crónica de lo que ha sido el CIT está en la página web de la Compañía, pero hay otras crónicas que van volando a los distintos lugares de donde procedíamos o se han quedado en Roma.
Tuvimos que acabar antes de lo previsto porque el coronavirus nos cercó la ciudad, la preciosa Roma que muchos ni pudimos visitar, pero parecía que mientras el temor se hacía fuerte, nosotros teníamos el privilegio de encontrarnos, una y otra vez, con la raíz de lo que ha sido el CIT: tenemos una gran noticia que contar y no la podemos callar.
No la podemos callar ahora que el mundo gime, o al menos gime tan cerca, y su llanto nos sobrecoge; no la podemos callar porque se escapa sin querer de nosotros, porque nuestra Buena Noticia se llama Dios encarnado, Evangelio, Buena Noticia que es esperanza y resurrección.
Sí, hemos aprendido conceptos y contenidos, hemos disfrutado con talleres y compañeros que enseñaban a los que sabíamos menos, hemos descubierto que todos en nuestra casa, sin poder apenas salir, nos convertíamos en prójimos de un tiempo extrañamente distinto, hemos aprendido que la riqueza de compartir con otras congregaciones nos enriquece y hace más iglesia, y que la presencia de los laicos y laicas es aire fresco que nos ayuda a sacar lo mejor de todas, y ellos, nos lo agradecen.
¡Tanto que contar…!, pero quizá lo más grande, es que hemos descubierto que la comunicación es misión, porque a través de ella podemos regalar la GRAN NOTICIA DE NUESTRO DIOS en nuestra tierra.
En estos días en que parece que el mal se adueña de todo, recordamos
las palabras del Papa Francisco y os la ofrecemos como una “tarea” a realizar
en este tiempo: “cada uno de nosotros conoce diferentes historias que huelen a
Evangelio, que han dado testimonio del Amor que transforma la vida. Estas
historias requieren que se las comparta, se las cuente y se las haga vivir en
todas las épocas, con todos los lenguajes, y por todos los medios”.[1]
Ojalá sepamos rescatar esas historias que huelen a Evangelio y que estos días nos sorprenden, y que, al compartirlas en comunidad, con nuestras familias, a través de las redes sociales, o en la oración, hagamos visible a Dios. Hay muchas personas que lo esperan y necesitan, hoy más que nunca. Comunicar en cristiano es y será siempre ANUNCIAR, no importa que los medios cambien, lo esencial, no cambiará.
Por todo lo compartido, GRACIAS de corazón. Gema
Meroño, stj
[1] (Mensaje para la 54 Jornada de las Comunicaciones Sociales)