Aunque el pasado 24 de agosto, día de san Bartolomé, fue el aniversario de esos 75 años de vida religiosa teresiana de nuestra hermana Julia, lo celebramos en comunidad el día 14 de octubre, cuando en nuestras agendas pudimos reservar todas un día con el deseo de agradecer la llamada cotidiana de Dios y su gracia en la vida de nuestra hermana.
En esta sencilla y entrañable celebración participó el vicario de la parroquia de San José Obrero, Álvaro, presidiendo la eucaristía en el oratorio de nuestra comunidad, en la que nuestra hermana Julia renovó sus votos. Todo lo que le oímos era agradecimiento a Dios por su vocación, reconocer cómo la había acompañado con su fidelidad, su ternura y misericordia, y repetir cómo la había hecho feliz siempre, cada día, con todo lo que Él le ha ofrecido vivir.
Compartimos también con Álvaro la mesa y una agradable sobremesa que nos acercó al conocimiento y afecto mutuo. La comunidad celebró más tarde, en una merienda-cena más íntima y familiar, este aniversario lleno de agradecimiento y alegría compartida.
Unimos en este día otras celebraciones comunitarias de cumpleaños y vísperas de santo, pero sobre todo fue día grande porque no siempre podemos celebrar 75 años de vida consagrada de una hermana, agradeciendo la vida de Dios en ella.
En el inicio de nuestra celebración decíamos: Que este encuentro con el Dios de la Vida y entre nosotras, nos llene de alegría, nos ilumine y nos convierta en instrumentos dóciles en la construcción del Reino. Y así deseamos seguir viviendo cada día las que hemos sido convocadas en esta comunidad y, por eso, somos testigos del paciente y constante acompañamiento de nuestro Dios.
Y lo cantamos también, poniendo palabra y música al don que reconocemos en nuestra hermana Julia: Hoy, Señor, te daré las gracias por mi vivir, por la tierra y mis amigos, porque siempre fui feliz. Por el tronco en que nací y la savia que encontré, y los brotes que nacieron portadores de tu fe.