25 años de la Comunidad al Raval

Con ese sentido festivo heredado de Santa Teresa, nos habíamos preparado desde hacía tiempo con ilusión para celebrar esas nuestras bodas de plata en la Comunidad del Raval. Yo, que soy la única que quedo de las que fuimos las cuatro “fundadoras”, allá en 1996, y con mi afición a manejar la pluma, aproveché el confinamiento del 2020 para escribir cuatro libros, dos de encargo y dos nacidos de un deseo innato de comunicar. Uno de ellos fue, precisamente, el que espero que haya llegado ya a todas las casas y que pueda llegar también a las manos de muchas de vosotras. “Una ventana al Raval” –que es el título del libro en cuestión- habla de esa trayectoria que nos ha tocado vivir en un mundo muy cambiante. Y, precisamente por eso, nos ha permitido ejercer la “itinerancia”, no cambiando de sitio, sino cambiando de atención a la tarea social, obligándonos a vivir pendientes de los “Signos de los tiempos”.

 

Tres han sido las celebraciones de estos días que –a pesar de haber acabado agotadas por el esfuerzo- han valido la pena y nos han producido una gran satisfacción. De las tres haré una breve crónica y un pequeño reportaje gráfico.

 

Celebrando con el barrio los 25 años en nuestra parroquia del Carmen

Tuvo lugar el miércoles, día 22 de septiembre.

A las 6 de la tarde estábamos reunidos un buen grupo de amigos en la parroquia preparando un lugar especial en una iglesia “especial”, porque, como veréis en las fotos, el presbiterio estaba “envuelto” literalmente en andamios y tela transparente para proteger a los restauradores de una preciosa iglesia modernista necesitada de reparación.

A las siete – hora prevista- empezaba a llegar la gente y llenaba la iglesia de amistad, alegría, reconocimiento, gratitud y deseo de compartir. La Comunidad escolapia –que es la que lleva la parroquia- y otros sacerdotes amigos, concelebraban. Nuestra comunidad, enriquecida con la presencia de Ana Royo, una de las fundadoras conmigo y el alma de muchos proyectos hasta hace cuatro años, y otras hermanas de Barcelona que nos acompañaban, estábamos juntas en unos bancos paralelos a los celebrantes. Ana Ros se prestó a cantar y a  dirigir los cantos como sólo ella sabe hacerlo.

Cuando los celebrantes llegaron al altar, y después de entonar Ana el canto de entrada, salí yo  a  dirigir unas palabras de acogida, saludo y recuerdo agradecido de todo lo que hemos vivido durante estos 25 años, durante los cambios que el barrio ha ido sufriendo o gozando. Eran recuerdos compartidos con todos los asistentes que recordaban con nosotras momentos fuertes en la parroquia y en el barrio.

La homilía estuvo a cargo del P. Eduard Pini, el Provincial de los Escolapios, que ha estado años en la parroquia y era el que celebraba cada domingo la misa de la llamada “Comunidad de las 8” a la que nosotras pertenecíamos muy activamente.

La sorpresa fue grande, cuando, después de dirigirnos unas palabras  preciosas comentando la palabra de Dios, nos hizo poner a todas las Teresianas que asistíamos –no sólo a nuestra Comunidad- delante del altar de cara a los fieles y propuso que el que lo deseara, saliese al micro a recordar algo o agradecer lo que en estos años había vivido o recibido. Fue grande la emoción que sentimos al escuchar las palabras de nuestra gente del barrio, de los vecinos, inmigrantes de los primeros tiempos que ya habían salido del barrio y que ahora nos acompañaban en la celebración, amigos y conocidos, recordando momentos que ya habíamos olvidado y que ahora evocaban agradecidos.  Fue un momento inolvidable que nos ayudó a dar gracias a Dios porque estamos convencidas de que todo se lo debemos  a El que ha querido valerse de la comunidad para ayudar a todos los que lo necesitaban en algún momento y nosotras, como teresianas, sólo habíamos intentado cumplir lo que San Enrique de Ossó, nos había pedido: “estar donde más peligren los intereses de Jesús”.

Tuvimos también gran alegría al recuperar a algunas personas alejadas de la Iglesia que dijeron haberse emocionado después de años de no pisarla y hasta volver a tener un sentimiento de reconciliación con Dios…

Al acabar la Eucaristía y después de que Pilar Rodríguez Briz, como coordinadora de la Comunidad dirigiera unas palabras de agradecimiento, invitamos a todos los asistentes a una copa de cava para brindar por los 25 años en el Raval.

Era la primera de las jornadas de celebración que íbamos a tener esa semana.

 

Celebrando con los religiosos del Raval los 25 años

 Una de las grandes riquezas de esta comunidad ha sido siempre la que llamamos Comunidad de comunidades: los religiosos que vivimos y trabajamos en el barrio -ocho comunidades en conjunto, masculinas y femeninas- nos reunimos desde hace muchos años el último viernes de mes,  cada vez en uno de los pisos de la comunidad que acoge, en un encuentro que consiste en una Eucaristía y una cena preparadas por la comunidad anfitriona. Ha sido en estos encuentros mensuales en donde se han fraguado muchos de los proyectos comunes en los que hemos colaborado. Sin duda, algo que consideramos de una gran valor y que no acostumbra  a darse en los   distintos barrios en los que también trabajan varias comunidades religiosas.

El encuentro empezó, como siempre, con una Eucaristía en la sala -en donde nos vimos y nos deseamos para acomodar a los 27 participantes-. Estaba preparada de manera que en el momento de la homilía, después de las lecturas de la Palabra, pusimos un montaje visual en donde se resumían los 25 años, divididos por lustros  como en el libro conmemorativo “Una ventana al Raval”, mostrando en cada uno de ellos todos los cambios que hemos vivido, atendiendo a los Signos de los tiempos, y por tanto adaptándonos a las necesidades que se presentaban. Al acabar cada lustro, el montaje mostraba unos textos que comentábamos y que nos llevaban a distintas acciones de gracia por parte de los hermanos que habían vivido con nosotras aquellos acontecimientos y habían participado en las mismas luchas o servicios.

Como la mayoría de los que estábamos nos reconocíamos en aquellos acontecimientos, fue muy emocionante y un motivo muy real de dar gracias a Dios. De los cantos se encargaron –como les habíamos pedido de antemano- la comunidad de los Maristas, creadores del grupo coral Kairoi.

Al acabar, una cena fraterna que habíamos preparado con mucha ilusión.

Aquella noche, la del viernes, 24 de setiembre,  agotadas, pero felices mientras volvíamos a poner las sillas prestadas y los demás elementos necesarios en su sitio, dábamos gracias a Dios por una jornada que había llenado de felicidad a todos los asistentes. Un dato interesante: los religiosos más jóvenes que no habían vivido algunas cosas de los comienzos estaban entusiasmados y decían que nunca imaginaron vivir lo que habían vivido en su etapa de formación en algunos de los acontecimientos interreligiosos que mencionábamos en el montaje.

 

  Celebrando con nuestras Hermanas de la Compañía de Santa Teresa los 25 años en Ganduxer

 En la que fue para muchas de nosotras “La Casa Madre”, tan querida por esta Comunidad dada nuestra cercanía y nuestra presencia semanal en la enfermería desde hace muchos años, en el emblemático edificio de Gaudí, tuvimos la tercera y última de las celebraciones de estas Bodas de Plata.

La coincidencia del funeral de Mosén Giner en Tortosa hizo que faltaran algunas de las Hermanas que habían prometido su presencia pero que no pudieron venir.

Los actos fueron sencillos pero entrañables por tratarse de ser nuestras hermanas las que nos acompañaban ahora a dar gracias a Dios por todo lo recibido en estos años.

Primero pasamos a la sala de los profesores en donde pudimos volver a proyectar el  montaje de los 25 años con las mismas paradas cada lustro para escuchar la Palabra de Dios, la de Teresa y la de Enrique y dar gracias al Señor.

Luego, en el comedor  preciosamente adornado con banderas de Compañía y un pequeños recordatorio para cada Hermana, nos sirvieron un menú buenísimo y, sobre todo, nos sentimos acompañadas por lo más querido y valorado: nuestra familia, con la que cantamos entusiasmadas “Todas las que militamos”, sintiendo esa fraternidad tan gozosa de nuestros encuentros.

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