Un viaje al corazón de la Misión en Angola

A mi regreso de Angola quiero transmitiros lo vivido en estos días.

En los días 6 y 7 de diciembre, tuve el honor y gozo de participar en las celebraciones organizadas por las Hermanas de la Provincia Nossa Senhora Rainha para conmemorar los 75 años de la presencia de la Compañía en Angola. Fue un viaje cargado de emociones, recuerdos y de un profundo agradecimiento hacia la labor desarrollada a lo largo de tantas décadas. El destino fue Vavayela, un lugar significativo en la historia de nuestra misión en ese país africano, donde las primeras hermanas procedentes de Portugal iniciaron su labor evangelizadora y educativa.

Tras muchas horas de vuelo llegué a Luanda, donde me esperaban las hermanas y en ese mismo día emprendí viaje por carretera hacia Vavayela con María Inés, una joven juniora, que duró casi todo un día. La distancia y el cansancio fueron olvidados en cuanto llegamos a nuestro destino, un lugar que parecía impregnado de una energía vibrante y festiva.

Al llegar, lo primero que noté fue la alegría palpable en el ambiente. Las hermanas, con las que había compartido tantos años de mi vida, me recibieron con una calidez que me hizo sentir nuevamente como en casa. Pero lo más impresionante fue ver la cantidad de jóvenes, prenovicias, novicias y junioras, que no conocía. Angola ha cambiado mucho, y la Compañía también. Sin embargo, lo que se mantenía intacto era la acogida, el espíritu de fraternidad y el cariño que siempre ha caracterizado al pueblo angoleño.

Durante estos días de festividades, pude constatar los sentimientos de gratitud y reconocimiento que muchas personas, procedentes de todos los rincones de Angola, tenían hacia la labor de la Compañía en Angola. En particular, se destacó la labor de las hermanas en la educación, sobre todo en el ámbito de la educación de la mujer y de los más pobres. La misión de Vavayela fue pionera en ofrecer formación escolar en una época en que pocas instituciones educativas existían en el país. De hecho, la Escuela de Magisterio fue una de las primeras en abrir sus puertas, contribuyendo de manera significativa a la construcción del futuro de muchas jóvenes angoleñas.

Lo que más me impactó fue conocer las historias de antiguos alumnos y alumnas de las diferentes misiones, quienes con nostalgia y alegría recordaban los primeros años, aquellos en los que las hermanas, con mucho esfuerzo, pusieron en marcha los primeros centros educativos. Recordaban a las hermanas, contaban anécdotas de los primeros años y cómo vivieron el momento en que las hermanas tuvieron que abandonar la Misión debido a la inseguridad durante la guerra civil angoleña. Estos relatos fueron testimonios del amor y dedicación con la que las hermanas asumieron su labor, y de cómo, a pesar de los obstáculos, nunca dejaron de lado su compromiso con la educación y el bienestar de las comunidades más necesitadas.

Uno de los momentos más conmovedores del viaje fue ver a tantas personas unirse para colaborar en las diversas actividades de la celebración. La organización de la acogida, la preparación de la comida, la búsqueda de agua, los actos religiosos, culturales y recreativos fueron posibles gracias al trabajo conjunto de todos los presentes. La solidaridad se reflejó una vez más en el entusiasmo con que cada grupo se volcó en hacer de estos días una experiencia inolvidable.

Otra de las experiencias más memorable de esos días fue la de poder contemplar el cielo estrellado de Vavayela. Al no haber electricidad, por la noche el cielo se convirtió en un espectáculo impresionante. Las estrellas brillaban con fuerza, como si nos recordaran la presencia de Dios en ese lugar tan especial.

Durante las celebraciones, pude reencontrarme con muchas personas que forman parte de la historia de la Compañía y de la Familia Teresiana en Angola. Entre ellas estaba el grupo de la “Liga teresiana”, formado por mujeres que fueron miembros de la Compañía y que se reúnen con frecuencia. También estaban los miembros del MTA, un grupo numeroso procedente de casi todas las comunidades e incluso de algunos lugares donde las hermanas ya no están o incluso dónde nunca hemos estado. Los miembros de la Asociación de Antiguos alumnos, alumnas y amigos. Esta asociación legalmente constituida además de participar en encuentros, tiene una obra propia para la formación de jóvenes vulnerables. Durante la celebración entregaron un Diploma de Honra a las tres hermanas españolas que aún viven en Angola. Ellas fueron testigos y protagonistas de los primeros años de la Compañía en este país, cuando las dificultades eran muchas, pero también la esperanza y la fe eran inquebrantables. Su dedicación y sacrificio fueron reconocidos con gratitud y admiración. Y, finalmente, el grupo más joven, el de los Misioneros de Santa Teresa (MTJ). Estos grupos hicieron de la celebración un evento verdaderamente representativo de la comunidad teresiana en Angola.

Un momento particularmente significativo, durante estas celebraciones del Jubileo, fue la presentación de un libro dedicado a Pilar Sánchez Buitrago, reconocida por su profundo amor a Santa Teresa y Enrique de Ossó, y de su deseo que ambos fueran conocidos. Fue una de las grandes impulsoras del MTA y del Secretariado de Pastoral Teresiana. Durante la presentación del libro, varios obispos y sacerdotes que la conocieron compartieron cómo su influencia marcó profundamente sus vidas y vocaciones. Su entrega y dedicación a la formación de los sacerdotes fue incansable y muchos la recuerdan con gratitud. Pilar no solo promovió la espiritualidad teresiana, sino que se le considera fundadora de los Misioneres de Santa Teresa de Jesús, una congregación de sacerdotes que continúa creciendo y extendiendo su labor en diversas diócesis del país. Actualmente son 5 sacerdotes, 5 diáconos y 44 seminaristas.

En el viaje de vuelta, me sucedió una anécdota relacionada a lo que acabo de escribir. En el trayecto desde Cubal a Luanda, el autobús en el que viajaba sufrió una avería, y tuvimos que esperar varias horas a que nos enviaran otro vehículo. Fue en ese momento, durante la espera, cuando un pasajero, al enterarse de que era teresiana, se acercó para preguntarme si había conocido a Pilar. Resultó que él había sido seminarista y había tenido la oportunidad de conversar con ella sobre la creación de sacerdotes teresianos. Muchos seminaristas de los que ella formaba, hubieran sido Misioneros Teresianos si se hubiese creado antes. Hoy se encuentran en otras congregaciones o son sacerdotes diocesanos.

Las actividades terminaron con la Eucaristía del día 7, una misa concelebrada por cuatro obispos y un número importante de sacerdotes y seminaristas. Durante la misma, también se celebraron las bodas de oro de entrada en la Compañía de las hermanas Martinha Lussinga, Florentina Chambula y Antonia Cardoso y las de primera profesión de Maria de la Sallete. La lluvia, acompañada de rayos y truenos, hizo que en algunos momentos se acelerara el ritmo de la ceremonia, ya que los que estaban fueran de la iglesia se estaban mojando. El ofertorio, especialmente, no pudo ser realizado con la solemnidad habitual. A pesar de los imprevistos, el espíritu de la celebración permaneció intacto, y al final de la Eucaristía, la hermana Domingas Lucia agradeció a todos por su presencia.

Hubo un momento de reconocimiento por parte de la Provincia para las hermanas Rosa Sánchez, Dolores Idoate y Generosa Iturri, quienes permanecen en Angola y llevan muchos años allí. También se me agradeció mi presencia en representación de las Hermanas de la Provincia Teresiana de Europa, recordando a aquellas primeras cinco hermanas portuguesas que dieron origen a la presencia de la Compañía en Angola.

Finalizada la Eucaristía y la comida, emprendí viaje a Cubal, donde pasé varios días. Queda para otro momento hablar de ellos.

Agradezco a las hermanas del Consejo Provincial por darme la oportunidad de participar en el Jubileo y poder estar nuevamente en Angola. Y a la Compañía por haberme permitido hacer parte de esos 75 años.

Una vez más, pude experimentar valores tan profundos como la acogida, el espíritu celebrativo que permite expresar la solidaridad, la ayuda mutua, la colaboración y el sacrificio. Las personas que estuvieron en la fiesta, sin duda, tuvieron que superar las dificultades de transporte para llegar a una zona donde solo se encuentra la Misión, sin transporte público. Las dificultades también incluyeron el alojamiento, ya que fue necesario quedarse en las salas de aulas. Además, la lluvia obligó a improvisar cambios en el programa, ya que algunos actos estaban previstos al aire libre. A pesar de todo, solo vi rostros alegres y emocionados por el reencuentro, agradecidos por el esfuerzo y sacrificios de todos. (Milagros Moreno)

Ilustración 1. Panorama de la Misión de Vavayela

Ilustración 2. Escuela de magisterio

Ilustración 3. Grupo de MTA y Hermanas

  Ilustración 4. Seminarista MTJ durante la Eucaristía

Ilustración 5. Con una novicia, procedente de Cubal

Ilustración 6. Con una pre-novicia y una novicia, procedentes de Cubal

Ilustración 7. Otra panorámica de la Misión

Ilustración 8. El libro sobre Pilar.