Encuentro de antiguas alumnas del colegio de Salamanca (1975-1989)

La educación teresiana ha dejado en nosotras una huella profunda e imborrable, aunque sólo nos hemos ido dando cuenta de ello en su correcta dimensión con el paso de los años. Eso es lo que pudimos constatar el pasado mes de septiembre las antiguas alumnas escolarizadas en 1975, ahora hace cincuenta años, y que dejamos el Colegio Santa Teresa de Jesús de Salamanca en 1989. Un grupo de más de sesenta compañeras participamos en el encuentro, el 27 de septiembre. Algunas viajaron para la ocasión desde Inglaterra, Bélgica o Alemania y otras no pudieron asistir porque desde Estados Unidos el viaje resultaba demasiado complicado. Así, diseminadas por el mundo, hemos llevado con nosotras los tres principios con los que nos enriquecimos desde niñas en las aulas que llegamos a sentir como nuestra casa: alegría, servicio y fortaleza.

Ese sábado, juntas y en compañía de unas diez profesoras, volvimos a entonar el mismo Padre Nuestro que hoy se sigue cantando en el colegio, en una modesta, pero sentida, acción de gracias. La visita al edificio nos permitió constatar que ha habido muchos cambios, pero que también hay detalles significativos que permanecen como entonces. También pudimos reflexionar sobre todo lo que la educación teresiana nos regaló y celebrar aquellos años compartidos, recordando mil y una anécdotas.

Durante esos años que pasamos en el colegio, España y el mundo fueron objeto de profundos cambios sociales y políticos, como tuvimos ocasión de recordar en un repaso marcado por los recuerdos personales, pero los valores que recibimos de las madres teresianas y de aquellas entregadas profesoras no sólo no quedaron trasnochados, sino que siguen siendo hoy plenamente vigentes. No en vano, como gozamos al comentar entre nosotras, “se nos propuso como modelo a una mujer escritora, mística, reformadora y doctora de la Iglesia, nada menos”. Tras pronunciarse estas palabras en el salón de actos, surgió un espontáneo aplauso para Santa Teresa, cuya obra y ejemplo sembró nuestra vida y ha ido dando frutos, unos a la vista de todos, otros intangibles.

Una mención muy especial merecieron las alumnas que formaron parte del internado, para las que el colegio se convirtió en un verdadero hogar de lunes a viernes. El coro dirigido por nuestro también capellán, Don Victoriano García Pilo, y por supuesto el MTA, que completó la labor académica del colegio con la insistencia en los valores teresianos.

En medio de un inevitable estallido de emociones por volver a ver las caras de nuestra infancia, hubo un sentimiento que prevaleció sobre los demás: el de gratitud. Han tenido que pasar cincuenta años para que entendamos por completo el significado en nuestras vidas de la obra teresiana y el provecho en nosotras de la fundación del hoy de San Enrique de Ossó, al que nosotras cantábamos himno solamente como beato. Con la invitación extendida a las profesoras y el recuerdo de tantas madres teresianas que estuvieron a cargo de nosotras, intentamos expresar el enorme agradecimiento que no pudimos formular de niñas y dar testimonio del gran sentido de todas esas vidas dedicadas a la enseñanza, que sembraron en nosotras semillas imperecederas. Nuestra compañera Gemma Pérez, que se encargó de la organización del encuentro, nos hizo este gran regalo.

                                         Rosalía Sánchez A ALUMNA

                                             Corresponsal en Centroeuropa.

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