Así leímos en los titulares de algunas revistas digitales y newsletter cuando terminó el Sínodo de la sinodalidad, convocado por el Papa Francisco para renovar la Iglesia católica y su modo de caminar en el mundo hoy. Y planteaban esa pregunta porque la cuestión no era sólo lo reflexionado y concluido en esos días de encuentro, con la novedad que acompañó ese proceso, sino el paso siguiente… cómo hacer ese camino día a día donde cada uno se encuentra y vive y trabaja… Nos unimos a la misma pregunta, como ellos, ¿y ahora, qué?
Terminó el Capítulo general de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, encuentro de 59 teresianas en Tortosa durante el mes de septiembre, también en mesas redondas, estrenando salas, pavimentos y con nuestro santo fundador más cerca que nunca… En el corazón y en los ordenadores, un proceso y una propuesta de lo más participativa, y unas aportaciones que resonaban sinodalidad, interculturalidad, educación teresiana transformadora, identidad comunitaria, pastoral juvenil vocacional, espiritualidad… y al final, la misma cuestión para la vida: ¿cómo ir caminando día a día este horizonte inspirador y la opción capitular recién estrenada?… Y vuelve la misma la pregunta ¿y ahora, qué?
Hemos llegado también al final de una etapa de seis años en la Provincia Teresiana de Europa -su primera etapa de vida, como la de esos pequeños que se inician en «preescolar» y pasan con seis años a «primaria», apenas empezando a leer, pero con tantos aprendizajes vividos-… ¡Qué bueno reconocer este tiempo de los intentos, de riqueza en la diversidad, no sin complejidad; de ampliar la mirada y ensanchar la tienda donde ha habido acogida mutua de tantas personas; tiempo de compartir panes, tantos como dones que hemos sumado y nos han hecho crecer; de cruzar fronteras y acogernos y comprendernos y ayudarnos en este camino y vida compartida. Por eso, en este momento, podemos decir también ¿Y ahora, qué?
Como contaban de aquella maestra, a quien su discípula le preguntaba ¿qué es mejor, el camino o la meta? Y la maestra le respondía: ¿lo mejor? ¡las compañeras! Así me uno hoy a lo mejor del camino, de la meta y del «¿y ahora qué?«. Siempre lo mejor, las personas y, con ellas, las experiencias y aprendizajes vividos.
Y por eso, todavía con apenas seis años, balbuceando en «la lectura» de la vida, reconociendo y agradeciendo tantos aprendizajes cotidianos y sobre todo a las personas que han sido mediadoras para ello, de nuevo la pregunta: ¿Y ahora qué?… ahora ¡GRACIAS! Ahora ¡nos sigue esperando la vida!