UNA NIÑITA DE NADA

Duerme tranquila y se levanta todas las mañanas con mirada nueva. Esa pequeña esperanza que parece de nada, es la que saluda al pobre y al huérfano… Esa niñita esperanza inmortal.

Esas tres virtudes [dice Dios], criaturas mías: la caridad es una madre ardiente, toda corazón, o una hermana mayor. La esperanza es una niñita de nada. Pero esa niñita atravesará los mundos. La fe es una esposa fiel. Es la que se mantiene firme por los siglos. La fe que más amo, dice Dios, es la esperanza. La pequeña esperanza avanza entre las dos hermanas mayores cogidas de la mano y nadie la mira… pero en realidad es ella quien las dirige.

La caridad es un médico que cuida a los enfermos, a los pobres. Pero la esperanza es la que los saluda… sin esperanza todo eso no sería más que un cementerio. La fe es un árbol arraigado, y bajo las alas de ese árbol, la caridad. Y mi pequeña esperanza no es nada más que esa pequeña promesa de brote que se anuncia justo al principio de abril.

Escuchaba estas palabras[1] con profunda fuerza entre diciembre y enero, anunciándome el año nuevo. Y esa pequeña niña, esa niñita de nada -la esperanza- fue creciendo en medio de la vida como ese brote de vida que va tomando fuerza en la debilidad y la incertidumbre, el miedo y la tormenta.

Dice el Papa Francisco que la esperanza es la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte, es arriesgada y de ardiente expectativa, no es una ilusión ni un optimismo pasivo sino que es combativa y tenaz, es inmortal, necesita paciencia y nos da fuerza para caminar en la vida… Quiso recordarnos el Papa en una de sus audiencias -y nos invito a volver a ella[2]– la fuerza que tiene la esperanza en la vida cotidiana.

Es también la terca esperanza, como decía de ella Casaldáliga, la que jamás se desanima y no se escandaliza jamás, ni en las desventuras de la Patria ni en las infidelidades de la Iglesia; la que sabe forjar la venida del Tiempo Nuevo ya aquí en la Tierra hacia la Vida plena.

El 20 de febrero inició Rusia los ataques a Ucrania, increíbles como si fueran un Netflix para la noche de este día, decía alguien en una tertuliay nos fue dando el pueblo ucraniano, en medio del sufrimiento y la resistencia, esas señales de esperanza al quedarse para la lucha, y al luchar cada día para no quedarse madres e hijos y buscar futuro fuera de su tierra. Por eso hoy la esperanza, como una niñita de nada, terca en las desventuras de la Patria, inmortal, quiere ser petición por la paz, como promesa de brote y siembra:

Danos, Señor, aquella Paz extraña
que brota en plena lucha
como una flor de fuego;
que rompe en plena noche
como un canto escondido;
que llega en plena muerte
como el beso esperado.
Danos la paz de los que andan siempre,
desnudos de ventajas,
vestidos por el viento de una
esperanza núbil.
Aquella Paz del pobre
que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre
que se aferra a la vida.
La Paz que se comparte en igualdad
como el agua y la Hostia[3].

Que los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren sean nuestros gozos y esperanzas, encuentren eco en nuestro corazón, sintiéndonos íntima y realmente solidarios del género humano y de su historia[4].

Así hacia dentro, con los de cerca. Así con los de lejos y de fuera. Así este regalo y la llamada a esta siembra.

Isabel del Valle        

       

[1] Charles Péguy. El pórtico del misterio de la segunda virtud

[2] https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2017/documents/papa-francesco_20170920_udienza-generale.html

[3] Pedro Casaldáliga

[4] Cfr. Gaudium et Spes 1

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