Hay varias palabras que me ayudan a describir todo lo vivido durante mi estancia en Melilla: por un lado, diversidad, solidaridad, respeto y convivencia entre culturas y religiones, y por otro, injusticias, exclusión o discriminación.
Darte cuenta de que todas esas injusticias ocurren en tu propio país, considerado del primer mundo, te hace entender que no es necesario cruzar a la otra punta del mundo para ser testigo de auténticas miserias. Todas estas injusticias derivan de las personas que tratan de entrar de forma irregular a nuestro país en busca de unas condiciones de vida dignas.
Nuestra estancia transcurrió en el barrio del Monte donde las religiosas de María Inmaculada tienen una casa desde la que realizan una gran labor con las mujeres y los jóvenes musulmanes que allí viven. En verano organizan unas colonias que los niños esperan con gran ilusión durante todo el año y ahí es donde pude realizar mi pequeña labor como monitora de los más mayores. De mis niños me llevo las sonrisas eternas, los abrazos y besos de agradecimiento y una dosis de realidad.
Las mayores lecciones de vida me las han dado los cuatro niños que asistían a nuestro campamento y que venían del centro de menores, los conocidos MENAS, que son aquellos niños que atraviesan la frontera solos. Sus historias de lucha, valentía y esperanza son un ejemplo para todos nosotros.
Por otro lado, me ha ayudado mucho todas las formaciones que hemos recibido durante el campo de trabajo, testimonios de inmigrantes, voluntarios o abogados. Gracias a ellos hemos podido comprender un poco más el gran problema que es la migración irregular.
Una parte de mi se ha quedado allí, al otro lado del estrecho, entre las sonrisas de nuestros niños, la solidaridad de las monjas y el compañerismo de todos los voluntarios. ¡Nos vemos el año que viene Melilla!
Laura Sánchez Olmos, Antigua Alumna de Jesús Maestro (Madrid)