Melilla, una palabra que a partir de ahora significará mucho para mí, una realidad que no te deja indiferente si la vives desde el espíritu de servicio.
Melilla me ha hecho darme cuenta de lo afortunados que somos algunos y de todo el bien que podemos hacer a las personas que hemos conocido. Es una suerte poder recibir mucho más de lo que das: eso es lo que he vivido.
Me siento muy agradecida a la Fundación por darnos esta oportunidad, por confiar en nosotros, por permitirnos tener esta responsabilidad tan grande, por hacer ver que los jóvenes podemos cambiar el mundo, y aunque es verdad que queda mucho por hacer, recibir esas sonrisas, esos abrazos y esa alegría nos da energía para querer seguir ayudando a personas que de verdad lo necesitan y seguir haciendo el bien, sin prejuicios hacia nadie, porque a eso es a lo que estamos llamados todos, a saber ver más a allá de la apariencia y a no dejar nunca de amar al prójimo, que es algo muy difícil y en lo que hay que trabajar día a día. Estoy segura que lo que hemos aprendido en estos 15 días, no se nos va a olvidar nunca.
Estar en Melilla ha sido mucho más que conocer otra ciudad, Melilla está llena de gente dispuesta a dar la vida por el otro, gente que convive con otras culturas/religiones pero que se respetan; esto me llamó la atención desde el principio, porque no en todos los sitios ocurre y es bonito verlo en primera persona, compartir con otros tu manera de ver la vida, sin importar que ellos la vean de otra forma.
Repetiría mil veces esta experiencia tan bonita con estos niños que tanto nos han ayudado y tanto nos han enseñado, mucho más que nosotros a ellos. Poder desayunar juntos, pasar las mañanas con ellos, verlos jugar, correr, divertirse, emocionarse con la mínima cosa, decirte “seño”, agradecerte lo que haces por ellos a su manera, siempre riendo y cantando. Y en las tardes, comer con ellos, volver cansados pero dispuestos a reponer fuerzas, ducharnos, merendar todos juntos, y despedirnos con ese “hasta mañana” que suponía que nos volveríamos a ver.
He tenido mucha suerte al conocer a los demás voluntarios, un grupo de personas que, a pesar de ser muy distintos, compartíamos cosas muy importantes; hemos vivido fines de semana de convivencia y más aprendizaje, y por las tardes durante la semana hemos podido escuchar a personas que nos hablaban directamente a nosotros. Ha sido una gran oportunidad vivir estas horas de formación, que nos hacían acercarnos un poquito más a la realidad que estábamos conociendo.
Además, he visto como cuando cada uno ponemos un poquito de nosotros, podemos conseguir hacer realidad proyectos y sueños grandes para otras personas.
Me llevo personas auténticas; espero poder repetir la experiencia y compartirla.
María Leal González