SIEMPRE SE ENTIENDE

¡Qué tiempo tan lleno de vida en el que la naturaleza es generosa en señales de novedad y esperanza! Con ritmo callado las semillas no han dejado de romperse ni la savia de alimentar el crecimiento silencioso y esperanzador. En ese ritmo vivimos una Pascua más en pandemia y confinamiento, uniéndonos al mismo ritmo callado y a la promesa de vida y esperanza que soñamos para el futuro y va siendo ya el presente posible.

De esas señales de vida habla Teresa de Jesús cuando en el ritmo cotidiano -ella dice en las ocasiones y no en los rincones– asoma lo concreto del amor, que siempre se entiende y no puede esconderse… como esos brotes de vida. ¿Esconderse?, dice ella también, ¡si de veras es amor, es imposible! Si es poco, dase a entender poco; y si es mucho, mucho; mas poco o mucho, como haya amor de Dios, siempre se entiende[1].

En la naturaleza las señales son el crecimiento, la luz y el color, la plenitud de los frutos, la armonía… los efectos y las grandísimas ganancias, dice Teresa,son las virtudes, la viva fe, la libertad y que el amor está despierto… hay unas señales que parece los ciegos las ven; no están secretas; aunque no queráis entenderlas, ellas dan voces que hacen mucho ruido: todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden. No aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. Además, se alegra de que se le ofrezca en qué mostrar el amor y pone la vida en entender cómo le agradará más[2].

Con tanto recibido, cómo no preguntarnos por esas señales, como nos dice el Papa Francisco: Yo, que tantas veces recibí la paz de Dios, su perdón, su misericordia, ¿soy misericordioso con los demás? Yo, que tantas veces me he alimentado con su Cuerpo, ¿qué hago para dar de comer al pobre? No permanezcamos indiferentes. No vivamos una fe a medias, que recibe pero no da, que acoge el don pero no se hace don. Hemos sido misericordiados, seamos misericordiosos. Porque si el amor termina en nosotros mismos, la fe se seca en un intimismo estéril[3].

El amor que recibimos trae el dinamismo de la vida que crece y nos llama a salir, a ese más allá del amor al que nos invita el Papa en su propuesta de una forma de vida con sabor a Evangelio[4]: más allá de las barreras de la geografía y del espacio… más allá de la cercanía física, más allá de las fronteras que hemos creado, más allá del origen, color o religión… más allá de las reacciones primarias, más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, más allá del propio grupo, más allá de las apariencias, más allá de los propios límites, más allá de las diferencias… más allá de las buenas intenciones, más allá de las conveniencias personales, más allá de las necesidades circunstanciales…

Quien nos dice mirad mis manos y mis pies -pruebas y señales de vida-, está presente en quienes sufren heridas de muerte hoy, en ese más allá del amor que me espera a mí donde estoy hoy. Donde no vamos solos, porque siempre nos acompaña su Yo os envío, llevad mi paz, sanad, estoy con vosotros cada día… Las señales dan voces de dónde y cómo estoy, porque el amor no va disimulado[5]. Siempre se entiende.


[1] Teresa de Jesús, Camino de Perfección 40,3.

[2] CP 40, 2-3

[3] Papa Francisco. Homilía 11 de abril de 2021

[4] Papa Francisco. Fratelli tutti

[5] CP 41,1

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