Catarina ha participado en el jubileo de los jóvenes. Estudia en Coimbra y nos conoce por la residencia universitaria donde ha residido mientras estudiaba. Nos comparte la experiencia vivida.
Este último año, para mí, fue el año en el que (re)conocí al Señor. Él me salvó y me dio la gracia de sentir su bondad, su misericordia, su poder. 2025 es año jubilar, es el año de volver al principio y, para mí, fue, efectivamente, el año de volver a los brazos de mi, nuestro, Padre.
Vivir la experiencia de la peregrinación a Roma después de pasar un mes como voluntaria en África fue la guinda del pastel. En Angola tuve la gracia de sentir al Señor en cada paso que daba, en cada calle que pasaba, en cada sonrisa que veía. Lo sentí en mis brazos, entre mis dedos, en el aire que respiraba. Lo sentí en mi corazón y en la sangre que corría por mis venas. Cuando llego a Roma, llego sin dudas de fe, lo que no significa que haya llegado con certezas, no. La única certeza que tenía y sigo teniendo es que quiero y elijo seguir a Dios. Elijo seguirlo sobre todo cuando es difícil hacerlo, sobre todo cuando no entiendo el porqué. No necesito entender todo lo que sucede a mi alrededor, simplemente aceptar el misterio de la fe y entregar mi vida al Señor.
Tor Vergata fue especial. La fe es individual y cada uno de nosotros tiene su relación con el Padre. Sin embargo, ver a miles, si no millones, de jóvenes arrodillados, demostrando su fe, fue una experiencia que pido la gracia de no olvidar nunca. En un mundo en el que tener fe y creer en el Señor se considera algo «anormal», me llenó el alma ver a tantos jóvenes que van contra corriente. La Iglesia está viva y está llena de corazones que quieren ser mejores, que quieren ser las manos y los pies de Dios en el día a día.
Compartir esta experiencia con el grupo de jóvenes teresianos me confirmó la importancia de rodearnos de otras personas que tienen la misma fe que nosotros. Es una sensación de hogar, por mucho que sea la primera vez que estamos juntos. He vivido esta experiencia con hermanos que llevaré siempre en mi corazón. Y cada vez que recuerde las historias, las risas, el apoyo… cada vez que los recuerde, rezaré con todo mi corazón para que su fe crezca. Porque siento que en la vida podemos perderlo todo y a todos, menos a Cristo.
¡Gracias!
Catarina, residencia universitaria de Coimbra