Nuestra querida hermana Natividad Ordóñez falleció en Ávila, la madrugada del 25 de julio de 2019 a los 98 años de edad. Le faltaban unos meses para celebrar las bodas de diamante en la Compañía.
Natividad nació en Valdesoto, Asturias, y sintió desde bien joven la llamada de Jesús a ser toda suya en la vida religiosa. Sólo tenía un hermano y a sus padres les costaba tanto separarse de ella, que tomó la decisión de marcharse sin despedirse y sin la aprobación de su familia. Ya tenía 24 años. Le gustaba contar esta aventura que había vivido con determinación y que expresaba su deseo irrevocable de seguir a Jesús.
Después de la primera profesión en Tortosa y estar unos meses en Barcelona, fue festinada a Zaragoza, donde vivió cuatro años e hizo los votos perpetuos. Oviedo y Toledo son las casas en las que estuvo más tiempo y en las dos fue una excelente portera. Padres, alumnas, profesores, todos los que se acercaban al Colegio en Oviedo, y a la Residencia en Toledo encontraban la acogida, la cercanía y la amabilidad en grado sumo. En la Casa de Ejercicios de Toledo hizo una magnífica labor facilitando a los sacerdotes todo lo que necesitaban aunque fuera a deshora. Era muy conocida y querida por ellos. Su oración por los sacerdotes era constante.
El Señor le regaló una gran capacidad para pensar en los demás e interesarse por las necesidades de las hermanas, de las familias y las personas cercanas. Lo suyo era ayudar, servir, estar disponible para cualquier trabajo que pudiera hacer. Era una mujer muy activa y muchas veces había que obligarla “a parar”, sobre todo cuando fue cumpliendo años y ya le fallaban las fuerzas. Y toda esta actividad era a favor de los demás. Era de esas personas que facilitaba la vida a los otros, y buscaba lo mejor para todos. Era fácil apreciar en ella el don de la bondad, la atención y el cuidado. Supo convertir estos dones en tareas concretas que expresaban el amor al estilo de Jesús.
Era una mujer enamorada del Señor y que disfrutaba estando con Él. Cuántas veces, estando ya en la silla de ruedas, decía a las hermanas: “Llévame a la capilla”. Allí pasaba largos ratos en compañía de Jesús en los que sabíamos estábamos presentes los demás. Y cuántas veces sentía su fragilidad y nos decía: “Enséñame a rezar”.
En 2009, ya limitada físicamente pero lúcida, fue destinada a Madrid, Casa Provincial, y en el 2014 a la enfermería de Ávila. Era consciente de su debilidad cada vez mayor por lo que nos pedía que rezáramos por ella.
Sabemos que Nati ya ha escuchado a Jesús estas palabras consoladoras: “ven, sierva buena y fiel, entra en el gozo de tu Señor”. Con ella celebramos su paso a la otra orilla, a la Vida verdadera, y nos alegramos porque en Dios ha encontrado para siempre el verdadero BIEN.
Gracias, Señor, por su vida que tanto nos ha enseñado a las hermanas y a tantas personas que hemos tenido la suerte de conocerla y vivir con ella.