Hacía apenas unos días que había llegado a Ávila, cuando nos dejó para vivir para siempre. Nuestra hermana falleció a los 82 años de edad y 64 de vida religiosa.
Nació en Torre de Peñafiel (Valladolid) el 8 de julio de 1936. Ingresó en la Compañía a los 18 años en el Noviciado de Tortosa. Desempeñó su misión apostólica en los colegios de Pamplona, San Sebastián, Calahorra, Ciudad Rodrigo, Ávila, Dueñas, Valladolid-Belén y Valladolid-Residencia. Mujer apostólica, que disfrutaba con los niños. Muy sociable, con capacidad para las relaciones humanas y siempre preocupada ante las necesidades de los otros. Amante de la Compañía y de su familia, hermanos y sobrinos; su identidad castellana y amor a su pueblo, Canalejas, también la definía.
Los diez últimos años de actividad apostólica los pasó en la Comunidad del Barrio de Belén en Valladolid. Ella era un valioso referente de la Parroquia y del barrio. La comunidad se sentía representada en esos ámbitos por la presencia teresiana de Mercedes.
Desde el grupo de Cáritas, al que acudía con ilusión, se relacionaba con las personas necesitadas del barrio. Sabía de sus problemas, de sus familias a las que visitaba y acompañaba, también desde el grupo de Pastoral de la Salud y Tercera edad. Las personas de ese entorno la recuerdan por el ambiente agradable que generaba en las reuniones, donde solía llevar un cuento con moraleja adecuada para cada ocasión. También inventaba con mucha gracia cartas con lenguaje teresiano para acontecimientos especiales del grupo. En ambos ámbitos parroquiales se distinguía por el buen hacer en relación con otras religiosas y laicos que integraban la responsabilidad de cada grupo.
La asistencia al Hogar de Tercera Edad del barrio, era para ella un espacio valioso de relación con personas de distinta identidad religiosa. En el “taller de memoria”, acompañaba en lectura y escritura a personas carentes de estos temas. Gozaba y se divertía en el ocio que brindaba, en el juego de cartas y otras actividades. Las personas del Hogar la recuerdan con mucho cariño por su sencillez y nobleza.
En la vida comunitaria se distinguió por su piedad y bondad, muy servicial, andariega y con sentido de humor. Siempre estaba bien, nunca hablaba mal de nadie y era muy sufrida ante el dolor por sus muchas enfermedades. Silenciosamente, pasó los dos últimos años de su vida en Valladolid- Residencia, mostrando gran serenidad y paz en su rostro. Muy delicada de salud, fue trasladada a la Residencia-enfermería de Ávila días antes de su muerte.
Damos gracias a Dios por su vida entregada, por amor a la Iglesia en la Compañía. Por su fidelidad y su ardor apostólico, su capacidad de escucha y su actitud de ayuda a quienes la necesitaban. Sus sonrisas auténticas y palabras prudentes infundían paz. Sobre todo, damos gracias por su gran corazón que encerraba los sentimientos más nobles.
A pesar de estar débil sus últimos años, hizo realidad la utopía de hacer presente el Reino de Dios, su REINO en la tierra.