La Hermana Lucinda tuvo la dicha de ser llamada por el Padre en el día en que toda la Iglesia celebra el nacimiento de Jesús. En este día en que resuenan por los aires los cánticos de Navidad, nuestra querida hermana Lucinda nace para la vida eterna, para aquella vida de arriba que es la vida verdadera.
La Hermana Lucinda nació en Caldelas el año 1921. A los 21 años de edad, entró en la Compañía de Sta. Teresa de Jesús, en el noviciado de Braga. Fue misionera en tierras de Angola, aumentando en 1951 el grupo de las fundadoras que en 1949 habían iniciado la presencia teresiana en Angola; después de 24 años vividos en tierras de misión, regresó a Portugal en 1975, pasando por Fátima y volviendo a Braga donde vivió gran parte de su vida. Desempeñó cargos de Superiora de comunidades y asumió el servicio de ecónoma de algunas obras y comunidades por donde pasó.
Desde que vino de Angola nunca dejó de ser la mediadora de las comunidades Teresianas entre Angola y Portugal. Las hermanas de Angola cuando necesitaban algo recurrían siempre a la hermana Lucinda. La recuerdan con mucho cariño y gratitud y siempre que pasaban por Portugal era cierta la visita a Braga para ver a la Hermana Lucinda. De ella recuerdan su dedicación y atención a las necesidades de la comunidad. Dicen que tenía un toque peculiar en el trato con las Hermanas; su presencia infundía paz; era incansable, siempre pendiente de las hermanas y amante de la Compañía y de las misiones de Angola. Afirman que los frutos maduros de la Provincia María Reina se deben, también, a los cimientos que la hermana Lucinda colocó, a su paso por Angola, el país-hermano.
Después de tantos años de vida religiosa vivida en fidelidad en el seguimiento del Señor, estos últimos tiempos los vivió ya con algunas fragilidades propias de la edad, pero siempre con la dulzura y el encanto de una persona serena y feliz, como siempre la hemos conocido.
Nosotras, las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús podemos afirmar que la Hermana Lucinda fue una mujer de acción y contemplación, tal como San Enrique de Ossó quería que fuesen sus Teresianas. Supo captar la voluntad de Dios y poner en práctica la caridad fraterna al servicio de los hermanos y hermanas. Siempre con una sonrisa en los labios, de caridad extremada, trato afable, comunicación franca.
En estos últimos tiempos de su vida terrena, le salían continuamente del alma aquellas jaculatorias que siempre rezó durante la vida y que ahora permanecían grabadas en su interior: “Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío”… “Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo”…
Por todo esto que sabemos y presenciamos en la Hermana Lucinda no dudamos de que, en este momento, ella ya habrá oído de labios de Jesús aquellas palabras proferidas por El en su evangelio: “Venid benditos de mi Padre, recibid en herencia el reino que os está preparado…”
La Compañía de Santa Teresa de Jesús agradece profundamente la vida, la entrega y toda la dedicación de nuestra querida hermana Lucinda a quien rendimos nuestro sentido homenaje y pedimos a Dios que la guarde en su Amor.