Hna. Josefa de Ávila Feliz. 25 de noviembre de 2018. (El Vedat – Residencia)

“Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla…”. Con estas palabras Don Pablo Aranda, párroco de la parroquia Sagrada Familia, nos traía la reciente vida de nuestra hermana Josefa. Y nos mostraba una hermana sencilla, menuda, sin ruido y de una gran vitalidad de vida…, torbellino por fuera y huracán por dentro. Todo en ella hablaba de Dios, reafirman los que más de cerca la conocieron.

Castellana, de Villamuñío (León), se sentía amante y muy orgullosa de su tierra cuya infancia estuvo marcada por el contacto directo con la naturaleza con la que demostró una perfecta simbiosis. Y parece que de ella aprendió lo que fue su vida religiosa: y de su padre, a quien recordó siempre y quien le enseñó a amar a los pobres. No es extraño que cantemos con ella: La bondad y el amor del Señor duran por siempre. Josefa no ha pasado por la vida, ha vivido profundamente la vida haciendo y esparciendo el bien. Y lo ha hecho a su paso por Valencia, en sus principios en contacto directo con las internas, edificando a todas con sus detalles y con sola su presencia; alumnas de entonces, hoy hermanas, y las que han vivido con ella, así la presentan: alegre, simpática, cariñosa, derrochadora de bondad. Pamplona y San Sebastián, fundadora de Miracruz y que al final terminó en el apostolado en el pueblo de Lasarte. Y fundadora también de la Casa de Oración en Zaragoza, ¡tantos años! Allí dejó media vida, o aún mejor, la siguió ganando para Dios, en la cocina, en el huerto, en la atención a las personas que se hospedaban en ella, quienes la recuerdan como ejemplo de vida bondadosa y entregada; sencilla y amable. Aquí también dio buena cuenta de su pasión por la naturaleza, cuidando, cultivando, arreglando hortalizas, plantas y flores. Quizá aprendió de ella y con ella el que todo le hablara de inmortalidad. Hoy, en el jardín de esta casa encontramos una piedra que reza así: Rincón del edén de Josefa. Como si este “edén”  lo llevara por fuera y por dentro.

Cuentan que un día alguien le dijo: “Tú que estás más cerca (de Dios, claro) reza por nosotros; y su respuesta no se hizo esperar: “Todos estamos a la misma distancia”. Hondura y profundidad interior. Ya en el atardecer de su vida, fue trasladada a la residencia “Enrique de Ossó” en Zaragoza donde los años  iban quebrando su vitalidad; no obstante su virtud y sus valores interiores cobraban vida nueva cada día.

Josefa comenzó su rodaje de vida religiosa en Valencia y aquí terminó, en la Residencia Enfermería de El Vedat de Torrente. A Josefa se le fue apagando la voz, quebrándosele las piernas, ahogando la enfermedad… La bondad de Josefa ha quedado para la eternidad.

El Señor la recogió al atardecer del domingo 25 de noviembre para celebrar con María, madre, y con todos los santos la festividad de Jesucristo Rey.

 

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