Hna. Gertrudis Garrido Platero. 5 de diciembre de 2018. (Huelva – Residencia)

“Para los Santos el morir es comenzar a vivir para siempre”.

A vivir para siempre pasó nuestra Hermana el 5 de diciembre de 2018. Su muerte cogió de improviso a su comunidad. A pesar de llevar una temporada larga en silla de ruedas, con altas y bajas en sus enfermedades, nadie pensó que el malestar que empezó a sentir semanas antes, la iba a llevar al encuentro con nuestro Padre Dios. Esa mañana se le veía sin fuerzas, y después de recibir la Unción de los enfermos, con paz y tranquilidad, se durmió sencillamente para despertar en los brazos del que había amado sobre todas las cosas.

Gertrudis nació el 20 de junio de 1935 en Huelva, muy cerca del Colegio teresiano. Desde muy niña asistió a las clases de cultura general. Allí vivió su infancia, y allí sintió la llamada del Señor a seguirle más de cerca. En 1950 hace su ingreso en el Noviciado de la Compañía en Jesús – Tortosa, y en 1952 emitió sus votos temporales. Ese mismo año fue destinada al colegio de Tortosa, y en 1956 al de Zaragoza. La mayor parte de su vida la pasó en Andalucía. En San Juan de Aznalfarache, desde 1959 hasta 1991, donde disfrutó en la clase de párvulas y atendiendo a las hermanas como enfermera. En 1991 fue destinada a la Residencia de estudiantes en Ávila hasta el año 1996. Siempre recordaba con mucha alegría esos años, y cómo colaboró en el arreglo de la casa; hasta el final siguió relacionándose con alguna de aquellas universitarias. Tras pasar por San Juan de Aznalfarache, en 1997 fue destinada a Huelva, donde ayudó en algunas actividades del colegio y se encargó del ropero de las hermanas mientras sus fuerzas se lo permitieron.

La Hna. Gertrudis era muy amante de su familia, servicial y bondadosa, acogedora y amable con todo el mundo, ordenada y detallista. Disfrutaba con los niños, con las labores, le gustaba coser… Seguro que en todo ponía el amor y cariño de quien valora lo pequeño.

Nuestra Hna. Gertrudis vivió así, entregada, sin medir ni escatimar tiempo, siempre humana, dispuesta para atender a todos, regalando su sonrisa acogedora, su entrega y cariño.

Descansa en paz Gertrudis, y teje allá en el cielo, junto a la Virgen de la Cinta, esa labor que completa la belleza de la obra de Dios.

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