Hna. Consolación Pérez Vicente. 24 de noviembre de 2018. (Ávila – Residencia)

“La vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma”. Esta es nuestra gran seguridad; por eso nos alegramos de que nuestra hermana Consolación, Conso, como la llamábamos cariñosamente, esté viviendo ya en la casa de Dios sin ninguna limitación, con la alegría y entusiasmo que nos demostraba siempre.

Se encontró con el Señor cara a cara el sábado 24 de noviembre de 2018 a las 7:15 de la mañana, después de una larga afección pulmonar que llegó a limitarla muchísimo. Tenía 92 años y 72 de vida religiosa.

Conso nació en Majuges, un pueblo de la provincia de Salamanca, el 26 de marzo de 1926. Pertenecía a una familia numerosa con la que mantuvo siempre vínculos entrañables. Entró en el noviciado de Tortosa  el 19 de marzo de 1944. Después de sus primeros votos en septiembre de 1946, estuvo un año en la Casa Madre y  fue destinada enseguida a Santana do Livramento (Brasil) donde vivió tres años.  Entre 1950 y 1965 estuvo en Uruguay, en las casas de Dolores, Rivera y Montevideo. Allí hizo su profesión perpetua. Tenía un recuerdo muy bonito de aquellos tiempos suyos de “América” en los que comenzó su misión de acercar a Jesús a las personas con las que trataba.

Regresó a España en 1965 y sus destinos fueron Pamplona, Zaragoza, Calahorra y Ciudad Rodrigo. En una de las casas que estuvo más tiempo fue en la Comunidad de Huelva, desde 1975 a 2001 encargándose de diferentes oficios y cuidando a los niños de infantil a mediodía en los patios y comedores. Baja  de estatura y delgada, se la recuerda cogiendo de la mano a los más pequeños y formando con ellos una cadena que no se rompía hasta llegar al comedor. En 2001 fue destinada a la Casa Provincial de Madrid, Federico Grases, a la comunidad de hermanas mayores. Los roperos y las coladas de Huelva y de Madrid saben de su dedicación y primor en la costura, la lavandería y la plancha. Conso era una hermana buena, cuidadosa, muy disponible y trabajadora, simpática y fervorosa. Todavía estaba en Huelva cuando empezó a tener un deterioro mental bastante importante, pero no fue inconveniente para manifestar siempre su alegría, agradecimiento y buen humor. Cuando ya no podía encargarse de la colada y ropero,  a los que tantos años dedicó horas y esfuerzo, intentaba echar una mano y acompañar a las hermanas que desempeñaban entonces dichos oficios. Quienes la conocieron en esos tiempos recuerdan con mucho cariño y humor algo que la hacía destacar: el empleo de un vocabulario muy suyo, muy simpático. Era maestra en el arte de inventar palabras y acomodarlas a diferentes situaciones y personas, cosa que hacía reír a quienes la escuchaban.

En el año 2014 llegó a la comunidad de Ávila, Residencia. Estaba ya bastante delicada de salud, pero nunca se quejaba de nada; al contrario, para ella todo era bueno y bonito: la casa, el jardín, las cosas, las personas. Expresaba con mucha emoción el cariño,  el agradecimiento, la belleza que descubría, la alegría de estar con las hermanas. Era un gusto vivir con Conso, sentarse a su lado y escucharla. Aunque a veces no entendíamos bien sus palabras, sabíamos por los gestos que todo estaba lleno de carga positiva.

Los últimos meses que vivió entre nosotras, estando muy enferma, repetía incansablemente el nombre de Jesús. Sólo Él podía saber lo que Conso guardaba en el corazón al pronunciar su nombre y lo que anhelaba profundamente, pero lo que sí sabemos es que ahora goza de la Belleza absoluta y puede contemplar sin ninguna limitación a Aquel que la amó primero y la eligió para ser toda suya.

Descansa en Jesús, Conso, y pídele que llevemos su nombre siempre grabado en nuestro corazón para hacerle conocer y amar por todos.

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