El día 17 de octubre de 2019 despedimos a nuestra querida hna. Blanca Jover Gamuza, que falleció a los 99 años de edad.
La hna. Blanca nació el día 7 de agosto de 1920 en Logroño. Ella se sentía muy orgullosa de su ciudad y con frecuencia recitaba poemas y cantaba canciones que hacían alusión a su lugar de nacimiento o alguna de las costumbres y fiestas que allí se celebran.
El 19 de diciembre de 1939 ingresó en el Noviciado de la Compañía en Jesús-Tortosa. Hizo sus primeros votos el 21 de julio de 1942 y los perpetuos el 21 de julio de 1945
La hna. Blanca estuvo destinada en las comunidades de Valencia, Noviciado de Jesús-Tortosa, Zaragoza-Zurita, Tarragona y por último en Jesús-Tortosa, Residencia de Hermanas. Más de la mitad de su vida en la Compañía la pasó en la casa de Jesús-Tortosa, junto a Nuestro Padre al que quería profundamente. En Jesús son muchos los que la recuerdan como su profesora en la Escuelita, nombre con el que se conoce la escuela de párvulos que funcionaba en uno de los edificios del terreno del Noviciado.
Si algo hay que destacar de su persona es su amor a Jesús y a la Compañía. Se sentía muy orgullosa de haber podido celebrar en ella las bodas de oro y de diamante.
Era una mujer vital. Su ilusión era poder llegar a los 100 años, que cumplía en el mes de agosto del año 2020, pero se quedó a las puertas. Blanca tenía una fina ironía y un bonito sentido del humor.
La lealtad era una cualidad que admiraba en las personas, y procuraba también vivir ella misma. El mejor halago que le podía hacer a alguien era decir que “tenía un corazón sin trampa”.
Gracias a su excelente memoria era capaz de repetir hasta el final de su vida los poemas que había aprendido mucho tiempo atrás. Cuando alguien iba a verla o celebraba algo, le recitaba alguno de los poemas “personalizado”: “Esta mañana temprano/ un ángel me despertó/ y corriendo me decía que… (el nombre de la persona) ¡ya llegó!”. Hacía sonreír a las hermanas y a las personas que la cuidaban. En los últimos años, sin perder la educación que la caracterizaba, preguntaba a todos los que la visitaban si no tendrían un regalito para darle.
La hna. Blanca ha dejado en la comunidad de la Residencia de Jesús un vacío difícil de llenar. Era una persona que no pasaba fácilmente desapercibida ni tampoco las personas pasaban desapercibidas para ella. A pesar de que la vista le fallaba desde hace unos años, notaba cuando una hermana entraba en la sala de comunidad y preguntaba si era la que ella creía haber reconocido por la voz. Y no se equivocaba.
Blanca dejaba entrever la hermosura de quien está cerquita de Dios y lo añora con esperanza. Cada mañana, y aunque su vista casi estaba apagada, pedía que la acercaran a la ventana para ver el jardín, y allí permanecía, sentadita, mirando al frente, como sabiendo que un día llegaría el Esposo que tanto quería. Esperaba salir a recibirlo con la misma mirada del día que celebró agradecida sus bodas de diamante en la Compañía.
Hoy nuestra hermana ya no mira desde la ventana, hoy ya contempla gozosa a Jesús, y seguro que, al encontrarse con Él, de su corazón ha brotado la más hermosa de las poesías.