Siempre me viene, con la imagen del árbol, la de la raíz, las ramas y hojas, el fruto, pero no tanto la sombra… hasta este verano. Hemos vivido unas cuantas olas de calor, este año desde mayo la primera, y ¡cómo se agradece entonces la sombra!
En verano, y más si es en la calle en horas de sol ¡qué alivio es la sombra en esos momentos! Vamos tomando conciencia a marchas forzadas de que estamos entrando en un tiempo distinto de nuestro planeta. Y una señal clara es el cambio climático que se va haciendo evidente y del que somos corresponsables.
Y se quedó en mí ese “run run” de la sombra, acompañada por aquello de que a un árbol bueno se le conoce por sus frutos y que tendríamos que ser como esos árboles que dan frutos buenos y dan buena sombra.
Y a la imagen viva de ese árbol, enriquecido ya con buenos frutos y generosa sombra, se unió otra experiencia: escuchar a Toni Catalá sj (epd) en una grabación pasada el deseo repetido con insistencia de que seamos alivio y respiro, y no añadamos sufrimiento al que ya trae a vida. Ser alivio y respiro y no añadir sufrimiento… como el árbol que, además de frutos buenos, puede ofrecer, con lo mejor de sí, su sombra, aliviando y dando respiro.
Ser alivio y respiro, como la sombra en verano. No añadir sufrimiento… que ya se encarga de ello la vida sin que podamos elegir más que el cómo vivirla. Ser como brisa suave y ofrecer aire para respirar, oxigenar y no contaminar, ser alivio para cualquier situación que amenaza la vida y la paz.
No podemos olvidar a Ucrania. Pronto llegará allí la dureza del invierno, y aquí otras repercusiones que ahora nos van tocando más de cerca… ahí también, alivio y respiro donde estemos, solidarios de quienes lo pasan peor. Ofreciendo, como el árbol, fruto y sombra.