Es febrero avanzado… hace semanas celebrábamos un tiempo nuevo para estrenar año, deseos y bendición. Hoy transitamos lo que litúrgicamente es tiempo ordinario, y ya está cerca la cuaresma con ese tiempo oportuno, favorable, de salvación que recibimos gratis, por estrenar también.
Tiempo que se nos ofrece y tiempo que vamos entregando en el vivir cotidiano. Tiempo personal, nuestro y compartido, acogido y gastado, mientras ensancha nuestra vida… ¡Tan lleno el tiempo nuestro! ¡Tan posibilitador de encuentros y tan en nuestras manos la pequeña decisión necesaria para vivirlo como oportunidad! Y tiempo de Dios en nuestro cada día…
Nos habla el Papa Francisco en Gaudete et exultate (nº 169) de la necesidad de estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano. Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy… Y en nuestro tiempo, así como es hoy: lleno de incertidumbre y rico en medios para asegurarlo; lleno de dolor por tanto abuso no confesado ni a tiempo desagraviado ni condenado; con tanta violencia en países desprotegidos de derechos humanos y castigados por dictaduras y hambres de dignidad, y con tanto voluntariado solidario…
Tiempo nuestro para seguir escuchando la llamada de Jesús, que dirigiéndonos la mirada, como a sus discípulos, nos dice: “A vosotros, que me escucháis, os digo: amad, tratad bien, bendecid, rezad… sed compasivos como vuestro Padre… no juzguéis, no condenéis, perdonad… y así seréis hijos” (Lc 6, 27 ss.).
¿Cómo vivirlo? Dice Enrique de Ossó: “No nos estorbemos los buenos cuando se trata de la mayor gloria de Dios, sino más bien ayudémonos mutuamente (EEO II, 28) … Manos, pues, a la obra, que el tiempo urge, y apremian las circunstancias” (EEO I, 207).
¿Cómo vivirlo? Dice Teresa de Jesús: “El tiempo que dura en el bien siempre hace provecho a otras almas y de su calor les pega calor” (5 M 3, 1).
¿Cómo vivirlo? Dice Pablo: “Como colaboradores os exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Pues dice: En tiempo favorable te escuché, en día de la salvación te auxilié. Mirad, éste es el tiempo favorable, éste el día de salvación”. (2 Cor 6, 1-2).
¿Cómo vivirlo? Nos decimos en el XVII Capítulo General: “Nos disponemos a vivir seis años más de historia sintiéndonos caminantes, unas al lado de las otras, en este nuevo itinerario que hemos trazado. Es obra grande la que emprendemos y hemos de trabajar como si todo el éxito dependiese de nuestro cuidado; pero orad y confiad en Jesús y su Teresa, como si todo el acierto y bien nos hubiese de venir de su mano. (Cfr. Enrique de Ossó, Tortosa, 13 de septiembre de 1877). ¡Es tiempo de hacernos espaldas unas a otras para ir adelante!”.
¿Cómo vivirlo?: Dice Jesús: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20).
Hace unos días, en el 28º aniversario de la muerte del Padre Arrupe, tuvo lugar, en la Basílica de San Juan de Letrán, la apertura de su causa de beatificación. También a él podemos preguntarle hoy ¿Cómo vivirlo?, y escucharle: “Toda acción eficazmente fermentadora de nuestro mundo -y lo será únicamente si resulta un “trabajar con Jesús”- tiene que brotar necesariamente vinculada a un real “estar con Jesús” (Pedro Arrupe, Retiro a sacerdotes, 18 de junio de 1875).
El futuro es de la confianza. Mientras, vivimos día a día el tiempo de los intentos, en el que nos mantiene el amor que alumbra lo que perdura, que engendra la maravilla, que consigue encender lo muerto y convierte en milagro el barro… Somos sostenidos por el Amor que, como dice Teresa, nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir (Vida 19,15).
Contamos cada día con ese tiempo de Dios, como la Santa nos anima: “Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo (Excl. 15, 3).