Si en nuestro contexto teresiano se nombra el Colegio de Puebla- Colegio Purísima Concepción- casi con seguridad, viene a la memoria fácilmente la identificación del mismo. El proyecto del Colegio unió ya en vida de Enrique de Ossó (1889), a la Hermandad del Refugio y a la Compañía. Desde aquel momento la Hermandad del Refugio confió a la Compañía el proyecto educativo del Colegio. Una Comunidad de hermanas, con la vivienda en el mismo edificio del Colegio, realizaba en él su principal misión apostólica.
En torno al año 2000 y, coincidiendo con un proceso de reorganización de la entonces Provincia del Sagrado Corazón, la Comunidad que vivía en el Colegio se trasladó a una vivienda de la calle del Pez, muy cerca -a unos cinco minutos- de la calle Puebla. En aquel momento la Comunidad seguía teniendo como misión principal la atención al Colegio. Al paso de los años, poco a poco, ha ido variando la configuración comunitaria y también se han diversificado las tareas en la misión de la Comunidad.
Actualmente la Comunidad está formada por 8 hermanas con diversidad de edad, experiencia, tareas, situaciones personales/familiares… Diversidad que experimentamos como riqueza comunitaria.
Realizamos tareas en el ámbito STJ-Provincia; en el ámbito escolar (colegios Purísima Concepción, Jesús Maestro, FET); en distintas actividades con otras instituciones como CONFER, CARITAS, parroquias… y tareas también de apoyo y acompañamiento a la familia. Tres hermanas viven con su familia y se hacen presentes en la comunidad, siempre que pueden, para reuniones, retiros, celebraciones…
Valoramos esta diversidad. Nos enriquece y potencia significativamente nuestra MISIÓN y al mismo tiempo nos exige estar atentas y sensibles a la acogida, integración, complementariedad…
Como comunidad, nuestra presencia en el barrio nos parece que es poco notoria, pero la experimentamos como interpelación y “llamada” a acoger este entorno que, en el centro de Madrid, y contrariamente a lo que cabría esperarse, hay situaciones personales muy vulnerables. Deseamos que aquí también, nuestra presencia sea evangélica, y como la de la sal, se note en el sabor que deja.
